CAPITULO IX

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Su rostro se alzó de repente, sus parpados separándose ante los sonidos que emitía la naturaleza a su alrededor. La consciencia regresó a él de forma lenta, pero pronto sintió el enojo recorrer su cuerpo al ser consciente de que, a pesar de sus esfuerzos, se había terminado durmiendo allí.

Se suponía que solo se recostaría en aquel tronco en espera de que las horas oscuras desaparecieran, esperando el amanecer para continuar su búsqueda y encontrar de una vez por todas a Acair.

Un gruñido enojado salió de sus labios, consciente de que aquel desliz le proporcionó a su objetivo el tiempo necesario para alejarse más de él y que, aun estando herido, representaba una gran ventaja para el mismo.

Le llevaría más tiempo, pero definitivamente aquel mismo día lo atraparía y llevaría ante su Laird.

Con esfuerzo se levantó del suelo, dejando que la luz de la mañana bañara su cuerpo, bebió del agua que llevaba consigo y, luego de asegurarse que las ataduras de su caballo estuviesen sujetas, buscó una vez más el rastro del guerrero, emprendiendo nuevamente su búsqueda al detectarlo.

Caminó sigilosamente por el lugar, siguiendo las torpes pisadas encontradas en la tierra, el rastro de sangre que de vez en cuando marcaba las hojas de las plantas y la corteza de los árboles a su alrededor.

Aquel desorden en sus pasos, le confirmó que el hombre se encontraba más débil de lo que había pensado. Parecía que, a pesar del mal momento pasado por la criada, esta había logrado defenderse de forma efectiva y con mucho valor, de aquel malnacido.

A cada paso que daba, sentía que estaba más cerca, y antes de lo esperado confirmó sus sospechas.

La adrenalina empezó subir por su cuerpo cuando al fin lo divisó, caminando débilmente, tambaleándose en el proceso, sus extremidades demasiado cansadas como para seguir avanzando.

Al fin podría llevarlo ante su Laird y darle a este la satisfacción de castigarlo por sus acciones. Pensó Dwin, satisfecho.

De pronto, escuchó un estruendo y un quejido, por lo cual tomó aún más precauciones, llegando hasta él despacio y silenciosamente; cuidando que su presencia aun permaneciera oculta alrededor de su presa.

Desde atrás del tronco en que se ocultaba, lo vio tirado en el suelo, su frente bañada en sangre seca, misma que también había manchado su vestimenta.

Empezó a sacar su espada, aunque por su estado, sabía no la necesitaría. El hombre estaba demasiado débil como para poder enfrentarse a Dwin, quien siempre había sido superior en fuerza y habilidad, aun estando en condiciones.

Sostuvo con fuerzas el acero y estuvo a punto de salir en su captura cuando lo escuchó hablarse a sí mismo.

—Debo llegar —susurró—. Ellos me ayudarán —dijo, su voz temblando— ¡Ya falta poco! —se gritó— Levántate de una vez por todas —siguió, dándose fuerzas para continuar.

De inmediato, Dwin supo que justo en aquel momento el objetivo de su misión había cambiado por completo.

Ante su presencia se presentaba una oportunidad que no podía, ni debía desperdiciar. Como habían sospechado antes, Acair era el traidor que les había estado espiando y pasando información a los desertores que aún se empeñaban en seguir los lineamientos de George MacCleud, por lo cual, descubrir su escondite era algo que no podía dejarse pasar. Aun cuando su Laird quisiere a ese hombre lo más rápido posible entre sus manos.

Así que esperó, paciente, hasta que el Highlander, moribundo, volvió a levantarse, emprendiendo el camino hasta su destino. Detrás de él, el fornido guerrero lo siguió, controlando sus pasos, su respiración y movimientos, volviéndose uno con la naturaleza, prácticamente indetectable a su alrededor, escuchando sus quejidos y siguiéndole hasta que lo llevó a territorio enemigo.

La Perdición del Highlander (Secretos en las Highlands 2)Where stories live. Discover now