CAPITULO VI

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Silencio.

Era lo que necesitaba en aquel momento, rodeado por los árboles, mientras se camuflaba entre ellos, asechando a su presa que se alimentaba del pasto sin prever el destino que le esperaba.

Para lograr su objetivo, debería concentrarse por completo en apuntar su flecha justo en el blanco, en un punto vital que no le causare sufrimiento al animal pero, por más que intentó, el descontrol de pensamientos que aturdía su mente se lo impidió.

Con un suspiro cesó su intento, dejando caer el arco al suelo antes de poniéndose en pie, logrando observar, en el proceso, como el jabalí emprendía la huida al escuchar el ruido de sus movimientos.

Gustaf regresó al carcaj la flecha que aun sostenía y, con un suspiro, deslizó sus dedos entre las hebras de su pelo castaño, intentando serenarse.

Se suponía que había tomado aquel rumbo motivado a despejar su mente, pero le era imposible alejar dos únicas cosas de su psique.

La primera le causaba ira, rabia, descontento e impotencia pues, por más que intentaba, por más estrategias que empleaba, aquellos malditos bandidos seguían saliéndose con la suya, librándose cada vez de sus emboscadas, actos que terminaron confirmando sus sospechas: entre sus guerreros se encontraba un traidor.

O varios...

De solo pensarlo la ira volvía a invadirle, sin embargo, como líder de su clan y esperanza de su gente, no podía dejarse llevar por este tipo de sentimientos que únicamente le llevarían a tomar malas decisiones.

Por otro lado, la segunda cosa que le distraía, al punto de convertirse en su primer y último pensamiento del día, era aquella hermosa y cuidadosa mujer que en varias ocasiones ya había demostrado no tener el más mínimo interés en él...

Si en un principio, solo admirándola desde lejos, había encontrado la forma de colarse de vez en cuando en su mente, luego de aquellos dos encuentros cercanos, había terminado por enloquecerlo. Y no lo entendía.

¿Por qué se sentía así de atraído? ¿Por qué le colmaba aquella necesidad latente de tenerle cerca para protegerle y dar su vida por ella? Pensó, un gruñido escapando de sus labios por la frustración.

Se hubiese dejado caer en el suelo, recostando su espalda de algún tronco, y dado rienda suelta a aquellos pensamientos, tratando de encontrar las repuestas a sus preguntas, de no haber sido por el sonido que de repente llegó a sus oídos, alertándolo. Colocó su mano derecha en el mango de su espada, listo para desenvainarla de ser necesario, y se escondió un poco entre el tronco que estaba a su lado, ocultando parcialmente su figura para no ser visto de inmediato.

Cada vez los pasos se escuchaban más cerca, elevando la tensión en el cuerpo del Laird, hasta que el causante entró en su campo de visión.

Se sorprendió y preocupó por igual, de inmediato saliendo de donde estaba y cruzándose justo en el camino de la joven que terminó chocando de lleno contra él. No esperó que el impacto fuere tan brusco por lo cual terminó desestabilizándose y cayendo de espaldas al suelo, con ella apretada entre sus brazos.

Aun se encontraba fuera de sí por el repentino cambio de situación. Trataba de darle sentido a lo que ocurría, al tiempo que ella respiraba con dificultad e intentaba liberarse de su agarre para levantarse y seguir huyendo.

—Daviana —le llamó y ella parecía no escucharlo, sus ojos perdidos en la mismísima desesperación, sin poder reconocerle— Daviana —le llamó nuevamente, esta vez tomando delicadamente su rostro entre sus manos para que ella se centrara en él.

Los ojos de la pelirroja al fin conectaron con los suyos, reconociéndole, sus instintos por huir cesando, sorprendiéndolo con sus siguientes acciones.

La Perdición del Highlander (Secretos en las Highlands 2)Where stories live. Discover now