CAPITULO V

824 114 17
                                    

Se encontraba mareada, toda su cabeza daba vueltas al tiempo que sentía su cuerpo saltar de un lado a otro, cual si estuviese siendo transportada a algún lugar. Trataba de abrir sus ojos pero estos se encontraban demasiado pesados, sus parpados parecían pegados entre sí, y sentía cada una de sus extremidades aletargadas.

La sensación de terror empezó a invadirle, los bellos en su piel erizándose, cuando escuchó las voces a su alrededor y no pudo reconocer ninguna.

Las risas burlescas que siguieron, no hicieron más que empeorar su malestar, y en aquel momento, luego de un tiempo desde que su conciencia empezó a resurgir, cuando perdía sus esperanzas, al sentir que nunca podría levantarse de allí o al menos abrir sus ojos, sus parpados respondieron.

En un principio no comprendió lo que sus ojos veían, hasta que estos fueron acomodándose al panorama.

Se encontraba escondida debajo de un gran pedazo de tela marrón, de aquellas que eran utilizadas para transportar seguros los cultivos, y a medida que su mente cavilaba, sin comprender completamente lo que sucedía, su respiración acelerada se intensificó.

¿Dónde estoy? ¿Qué está pasando? Se preguntaba, frenética, mientras trataba por todos los medios de levantar sus manos para quitarse aquello de encima y así poder ver a donde iba y bajo el yugo de quien se encontraba, logrando hacerlo luego de un largo y agotador esfuerzo.

De inmediato, al revelarse los tenebrosos y desconocidos rostros de sus captores, se encontró gritando, desesperada.

— ¡Mallachd! —gritó uno de los hombres, intentando devolverla a su lugar mientras esta luchaba con las pocas fuerzas que tenía— ¡No se supone que llegaría dormida a nuestro destino! —exclamó, visiblemente molesto mientras ella seguía luchando.

— ¡Cállala ya! —gritó desde adelante el hombre que dirigía el caballo— Estamos cerca, no queremos problemas con el Laird.

No, no se saldrían con la suya. Se dijo ella en sus adentros pero por más que luchó no fue rival para su agresor.

Después de todo no era más que una recatada y consentida joven que jamás había tenido que luchar contra nadie, más que con sus hermanas, y aquello ni siquiera podía contarse como alguna pelea real...

Las manos de aquel hombre se posaron sobre su boca, impidiendo que sus gritos fueran escuchados, convirtiéndolos en apenas un murmullo insignificante.

—Golpéala de una vez para que no se convierta en un problema —ordenó nuevamente quien dirigía el camino y aquello le hizo reaccionar.

Ella mordió la mano que le acallaba, sintiendo en seguida el sabor metálico de la sangre caer en su lengua, mientras los alaridos de aquel hombre llegaban a sus oídos.

Trató de incorporarse nuevamente pero todo su mundo daba vueltas. Aun así no podía detenerse, en aquel momento dependía únicamente de ella misma para sobrevivir, no había cabida para dejarse decaer.

—Mi padre los matará —llegó a gritar, convencida de ello, pero aquellos hombres rieron a carcajadas ante sus palabras.

El fuerte golpe llegó tan rápido que ni siquiera pudo esquivarlo, su cabeza empezando a palpitarle de inmediato mientras caía nuevamente sobre la fría madera; la inconsciencia invadiéndole, más antes de caer en la bruma oscura que se cernió sobre ella pudo escuchar a uno de ellos dedicarle unas palabras que le destrozaron por completo.

La Perdición del Highlander (Secretos en las Highlands 2)Wo Geschichten leben. Entdecke jetzt