SEGUNDO LIBRO DE LA SAGA MI MATE
PERDÓN POR LOS ERRORES ORTOGRAFICOS.
Han pasado muchos años desde que Ethan y Brook se casaron y ahora se enfrentan a un reto muy grande.
La maternidad y paternidad.
Pero cuidado, nadie dijo que el embarazo y el ser...
¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.
Ahora sí, el capítulo.
ETHAN.
Escucho una alarma y abro los ojos.
Veo a mi luna estirar su brazo y agarrar su celular para detener el molesto sonido.
Veo la hora en mi celular.
7:00 a.m.
—Mi luna, debes de dormir más—le digo una vez que apaga la alarma—. No dormiste bien.
Y no bromeo, mi luna solo descanso muy pocas horas porque nuestra cachorra la desperto varias veces en la noche porque se estaba moviendo mucho y también para hacerla vomitar.
—Voy a dormir después—me dice intentando sentarse en la cama.
La ayudo a sentarse bien en la cama.
—¿Por qué te despiertas tan temprano?—le pregunto—. Hoy es domingo, debes de descansar.
—Tengo...
Alguien abre la puerta de la habitación y ambos volteamos a ver quien es.
Lucía nos ve sorprendida.
—Yo solo venia a despertar a Brook—nos dice y voltea a ver a su hija—. Cariño, arreglate y baja a desayunar, no podemos llegar tarde a la cita.
Mi luna asiente y su mamá sale de la habitación cerrando la puerta.
—¿Cita? ¿Qué cita, mi luna?—le pregunto.
—Mi cita con la ginecologa—me contesta—. Hoy vamos a ver al bebé, ¿quieres ir con nosotras?
Abro los ojos emocionados.
—Eso no se pregunta, mi luna—le digo y luego me agacho a la altura de su vientre—. Buenos días, cachorro o cachorra.
Dejo un beso en el vientre y mi luna ríe.
—¿Se esta moviendo?—le pregunto acariciando su vientre.
—No—me contesta—. Esta muy tranquilo.
Dejo otro beso en su vientre.
—Con que te mueves toda la noche y no dejas dormir a tu mamá, pero ahora que vamos a verte no te mueves para nada, eh—le digo a nuestro bebé—. Eso no se hace bebé, yo quiero ver como te mueves.
Dejo otro beso en su vientre y luego me siento bien en la cama y la beso a ella en los labios.
—¿A qué hora tenemos la cita?—le pregunto una vez que nos separamos.
—A las 8:30—me contesta— ¿Ethan, no te quieres duchar?
—¿Acaso huelo mal?
—No, pero normalmente te duchabas cuando regresabas de hacer algo del trabajo o de la manada—me contesta—. Y ayer te la pasaste cuidandome y ni siquiera comiste bien por estarlo haciendo y supongo que debes de estar cansado, con hambre y con ganas de darte una ducha para relajarte y...
