—Voy a regresar Ann, te lo juro.

—Sin ayuda laboratorio, lo veo difícil, y con 3IE yéndose a la mierda, el proyecto Transalterna pierde presupuesto.

—Hay otras maneras.

—Suerte con eso, nos vemos al año. Cuídate —Ann se levantó del asiento y me dejó solo, meditando.

Dos años y un mes en los que no había recibido noticias de Sophie. Ni siquiera me había podido despedir de ella, darle una explicación, pedirle perdón, escuchar de su boca que sí quería casarse conmigo. Ella y Daniel se habían escapado. Era lo mejor, esperaba que se mantuvieran seguros, pero no saber de ella me estaba matando.

*****

Mi gato Ian me recibió en la puerta, seguro había olido el jamón desde una cuadra atrás.

Vivir solo y evitar hacer amigos era difícil. Así que ahora que Grecia y Tiago reaparecían, me sentía entusiasmado. Después de años de no tener noticias de ellos que al final, habían dejado de escapar y se iban a quedar conmigo hasta encontrar una casa propia y abrir un negocio en Valermo.

En las pocas charlas que habíamos tenido por temor a que nuestros celulares fuesen intervenidos. Sabía que su hijo acababa de cumplir año y medio.

Ese pequeño viviría también conmigo de manera temporal y por eso le había comprado un carro de juguete.

No quise demostrar lo ansioso y alegre que estaba cuando sonó el timbre y fui a abrir. Tiago me esperaba solo. No estaba tan igual a como lo recordaba, y no tenía por qué estarlo. La última vez que nos habíamos visto en persona, seguíamos en el colegio, y ahora ya estábamos en nuestros veintes.

—Me legro verte —le ofrecí mi puño y nos saludamos manteniendo nuestra distancia—. ¿Y Grecia?

—El bebé vomitó en el auto, le está cambiando la ropa, para no impregnar tu hogar con aroma a vomito de infante —me explicó alcanzándome las maletas.

Las fuimos acomodando en la sala.

—No puedo creer que tengas un hijo —le mencioné acomodando un león de peluche en el sillón.

—Ni yo... pero, bueno, Dylan es una caja de sorpresas.

Grecia entró por fin. También lucía diferente, con facciones menos infantiles, no tan delgada como antes, pero hermosa y alegre como siempre. De la mano llevaba al bebé, que ya más bien parecía un niño pequeño.

Ella sí saltó a abrazarme con efusividad.

Cuando por fin me soltó dirigí mi atención a Dylan, no sabía si saludarlo, había perdido la práctica de tratar con pequeños tras abandonar la carrera de pediatría.

De manera instintiva, lo primero que hice fue fijarme en su estela. Mis amigos lo notaron por el gesto que puse.

—Es portal, ya lo sabemos.

—Lo siento, es decir. ¿Saben quiénes son sus padres al otro lado? Hablaré con Ann para que lo cuiden del proyecto.

—Bueno...—Tiago y Grecia intercambiaron miradas—. No es que hable mucho, pero ya nos ha dado algunas pistas y no lo vas a creer. —Tiago dijo con tono presumido.

Grecia se agachó hacia el pequeño para hablarle.

—Dylan. Él es Aaron —Me señaló y el pequeño no quitó la mirada de mí. Una de esas miradas profundas e inquisidoras que viniendo de un niño tan pequeño son inquietantes—. Dile a Aaron cómo te llamas.

—Dylan —respondió con su voz infantil.

—¿Y cuál es tu otro nombre? —Tiago le preguntó.

—Nicky.

—¿Nicky? ¿Así te llama tu otra mamá? —Grecia le preguntó con cariño, él niño asintió.

Tiago tomó su celular, buscó algo en él y se lo mostró a Dylan.

—¿Quién es ella? —bajó el celular a la altura del pequeño. Este lo recibió y la imagen me dejó frio. Era una foto de Maya.

—¡Mi mamá! —el pequeño exclamó con una sonrisa.

—Estamos como un noventa por ciento seguros que Maya, o bueno Sophie, es su madre en la dimensión T51.

Tragué saliva. Jamás hubiera imaginado eso.

—No es posible, la última vez que vi a Sophie ella no estaba...—comencé a pensar, a hacer cuentas a recordar.

—Cuando pasó lo del eclipse, yo apenas me enteré que estaba embarazada. No tenía más de cinco semanas. Seguramente Sophie no lo sabía aún —me explicó Grecia.

—Debido eso de las dos vidas, Dylan tiene un desarrollo superior al de niños de su edad, y a veces nos explica cosas de su otra vida. Mientras más crezca, más nos dirá y podremos usarlo como un medio para comunicarnos con Sophie —dijo Tiago.

Me fui arrodillando frente al bebé. No dejaba de mirarme y de pronto me sonrió. Definitivamente podía ver a Maya en él.

Los mismos ojos celestes como el cielo diurno y el cabello negro como cielo nocturno.

Tiago y Grecia al final no se mudaron de casa en los siguientes años, compartíamos una especie muy extraña de paternidad. Y como habíamos pensado, mientras más crecía Dylan, más información nos daba y junto con ello, la esperanza de regresar a Scielo1.

----

bueno gente, por fin!!! lo acabé, lo logre!!! 

espero que les haya gustado

Sí hay segunda parte.

se llama Shifting y lo pueden leer, está en mi perfil

les pido encarecidamente que me dejen comentarios, me sigan en Instagram y lean mis otras novela mientras esperan la continuación.

un beso y los quiero!!!

TransalternaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora