Desde siempre me he enfrentado a entes de toda clase: parásitos, carroñeros, Nigth crawlers... seres tan espeluznantes y peligros que podrían traumatizar a cualquiera, pero despertar teniendo más de veinte años y hacerme cargo de dos bebes, fue más aterrador que eso. Por lo menos al principio.

Mientras pasaba los días en esa dimensión, más iba comprendiendo al pobre alter ego mío al que había usurpado su cuerpo. Tenía una familia, amigos, era dueño por completo de su vida y su libertad. No debía presentar informes ni justificar ante su padre todo lo que había hecho en la semana, y podía tomar las decisiones que quisiera.

De haber podido, me habría quedado ahí, mas Renata había conseguido devolverme a mi cuerpo en Scielo1.

Fue entonces cuando ese ingenuo sueño infantil de tener una vida tradicional regresó.

Debía encontrar a esa mujer.

Las probabilidades de que ella tuviese un alter ego en una de las dimensiones donde vivía, eran altas. Y no fue tan difícil localizarla. Lo increíble fue descubrir que al igual que yo, era portal, y no solo eso, era la niña que había conocido en el preescolar.

De ahí mi labor personal no fue solo conocerla, fue negociar con la gente del proyecto Transalterna para que no la mataran.

Almarzanera 8:00 a.m. Un día antes del eclipse

Dejé mi casa junto a la playa para ir directo al laboratorio. Maya seguro estaría entretenida un rato buscando el diamante que le había escondido en el mural de la sala. Se lo había puesto un poco fácil, pero ella solía ser tan despistada que capaz le tomaba unos días.

Camuflada como una nueva farmacéutica, habíamos abierto en Almarzanera un laboratorio, como el que mi padre había intentado crear años atrás, ya que ese era el punto geográfico exacto donde se encontraba la sede del proyecto en la dimensión T51.

A la gente del pueblo de más recursos económicos no les agradaba nada. Para la gente de la zona norte, la farmacéutica resultó una fuente de empleos, gracias a eso teníamos el beneplácito de las autoridades.

Aún así, Maya yo éramos las ovejas negras del pueblo. No solo vivíamos juntos sin estar casados y presentábamos al gato como nuestro hijo, lo que era un descaro para la moral del pueblo, sino que yo había tenido el cinismo de abrir un estudio de tatuajes cerca de la universidad. Negocio que resultaba rentable, pues nadie se había animado a algo parecido en ese lugar y gozaba de mucha popularidad entre los estudiantes.

Algunos de mis hermanos habían llegado de Londres. Anne y Liam vivían en el pueblo, Joshua, Simon, Camille y Gabriel estarían durante una temporada. Al día siguiente empezaría el eclipse lunar, e íbamos a necesitar refuerzos.

—Debemos estar preparados para mañana y pasado mañana, serán noches muy movidas —el señor Johnson, quien manejaba el proyecto Transalterna en la dimensión T52, nos reunió en el laboratorio—. Pondremos círculos de sal cerca de las cuevas en la montaña. Nuestra prioridad será la mansión en la costa.

Asentimos y nos levantamos para prepararnos.

—Aaron, tú no. Te necesitamos en la capsula hoy y mañana. Anthony Key quiere probar la conexión con puntos geográficos iguales. —Ve a cambiarte. Y en cuanto despiertes en Scielo1, dirígete directo al laboratorio.

—De acuerdo —le respondí, ya me había adelantado esa decisión por teléfono.

Después de cambiarme ingresé a la cápsula como siempre, dispuesto a pasar el día y toda la noche. Si tenía suerte, para cuando regresara a casa, Maya ya habría encontrado el anillo de compromiso.

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