—Yo tengo que ir adelantándome para presentaros —anuncia Jin—, estoy seguro de que vas a hacer un buen trabajo, Jungookie. Tienes madera de campeón, y eso se nota. —Mi hyung me guiña un ojo, a lo que le dedico una sonrisa que trata de ser amable y no desdibujada y extraña por la presión.

—Gracias, hyung.

—Te quiero mucho, Jungkookie... Pero mucho, mucho, mucho —reitera seriamente, posando una mano sobre mi hombro.

—Ah... ¿S-sí? —Jin asiente, y a mí me deja todavía más a cuadros—. Y... ¿E-eso a qué viene, hyung?

—No quiero que mueras sin habértelo dicho; te enfrentas al "dragon" Kim... Lo más seguro es que no pases de esta noche.

—Seokjin... —le reprocha Hoseok a mi otro hyung, que rompe a reír antes de alejarse por el pasillo.

—Mueras o no: te quiero, Jungkookie.

—Yo a ti no —musito ofendido por lo que acaba de decirme.

La realidad es que sí que le quiero... pero después de lo que me ha dicho le quiero bastante menos que antes. Se aprovecha de que soy más pequeño que él para joderme todo el rato, y lo que menos me hace falta ahora es que me ponga más nervioso de lo que estoy; mi corazón podría darle energía a una planta eléctrica entera de lo rápido que late.

Mi entrenador se pone delante de mí, con ambas manos en mis hombros, y me sonríe antes de dar un fuerte apretón con las manos.

—¿Listo? —Niego con la cabeza, porque así lo siento, cosa que a Hobi le hace reír—. Has entrenado muy duro, has aprendido mucho; este combate no es el de la primera vez, ¿lo entiendes? Es otro rival, otro día, otra lección... El desenlace también será otro.

Intenta explicarme que no voy a perder esta vez... o que voy a morir, no sé bien cuál de las dos. Ahora, por culpa de Jin, estoy sugestionado con la muerte.

—¿Te quedas? —pregunto con un resquicio de esperanza; mi hyung niega levemente con la cabeza. Él nunca se queda a los combates, y no sé bien por qué, pero no voy a obligarle a estar presente si no quiere hacerlo.

—Mucha suerte, Jungookie; enseña lo que has aprendido y... nos vemos dentro de una semana en el gimnasio, ¿vale? Te doy solo siete días para recuperarte de esta pelea, así que no dejes que te machaque, porque vas a entrenar sí o sí.

—Entendido, entrenador.

Escucho cómo, en la distancia, Jin empieza a presentarme, y cuando los primeros acordes de la canción que elegí para mi presentación empiezan a sonar, entiendo que es mi hora de salir.

—Concéntrate. Respira. No pienses: actúa. Reacciona antes de que pase —me repite mi entrenador. Lo entono mentalemente y asiento antes de soltar todo el aire que guardaba justo antes de meterme el protector bucal.

Y camino, dejando a Hobi atrás, pero con el miedo agarrado a mi espalda.

Las luces de la sala principal me hacen entornar los ojos por un momento debido a la oscuridad que había en el pasillo de los vestuarios. Las gradas están llenas, y oigo con total claridad los abucheos, los aplausos, los gritos, los ánimos... Todos se unen y se alzan formando una banda sonora que me abruma, y que se escucha incluso por encima de la canción que suena.

Antes de que entre al octágono, los jueces miran mis guantes mientras el cutman aplica vaselina a mi cara. Es un proceso de lo más rutinario; todos los luchadores pasamos por esto antes de la pelea, aunque lo único en lo que mis ojos se fijan es en mi contrincante... parece muy seguro, y no le culpo: no dejo de ser un rookie. Este combate es prácticamente como una práctica de sparring para él, pero no para mí.

Inked KnockoutDonde viven las historias. Descúbrelo ahora