이십칠. real life

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Minho cuando había ido al apartamento de Nari tenía las cosas muy claras. Le daba igual que Jiyong le hubiera pedido calma, que pensase las cosas y no se precipitase antes de decir o hacer nada de lo que podía arrepentirse. Ya le había hecho caso en dejarle espacio, que le hablase primero y en no presionarla cuando no había podido dejar de pensar en ella.

Pero con el mensaje se había cabreado porque había actuado como si nada, ni una explicación, ni una disculpa. Nada.

Quizá por eso antes de preguntarle si estaba bien, o intentar ser un poco conciliador, le había salido su vena más sarcástica. Quería una explicación, una que no parecía dispuesta a darle, y se cansó de esperar algo que no llegaba.

Hasta que la vio romperse. Y ahí todo el cabreo, la rabia y la frustración pasó a un segundo plano. Ya no le importaban sus propios sentimientos, ni lo molesto que estaba. Nada. Solo le importaba Nari.

La abrazó, para que sintiera que estaba ahí y la apoyaba, para que supiera que podía contar con él. Escuchó con atención su historia, esforzándose en disimular su expresión de lo que pensaba porque era lo que ella necesitaba. Aunque por dentro ardía de rabia, no entendía cómo alguien podía ser tan cruel y despiadado, más con una persona de la familia.

Su familia no era muy grande, no tenía hermanos, solo estaban sus padres y él, por lo que no le entraba en la cabeza algo así.

—No tengo nada para cenar —comentó Nari, mordiéndose el labio en un gesto nervioso para recuperar el control. Solía hacerlo mucho—. Bueno, lo de siempre, fideos instantáneos y...

—¿Te gusta la pizza?

—¿A quién no le gusta?

—No sé, eres rara —bromeó y empezó a reírse—. Invito yo.

—¿Por qué crees que me voy a dejar invitar?

—No seas tan gruñona —le pidió, dándole un pequeño golpe en la nariz de forma cariñosa—, que tenemos toda la noche por delante.

—Aún no he dicho que sí te puedes quedar a dormir.

—No hace falta que lo hagas, la respuesta es muy obvia. —Aprovechó para volver a abrazarla—. Qué blandita. Me encanta.

—Deja de llamarme así, no sé si es bueno o no.

—Deja de quejarte por todo, Nari —pidió con una sonrisa—. Nos lo pasaremos bien.

Le costó convencerla para que fuese él el que pagase la cena, pero Nari acabó cediendo, del mismo modo que también lo hizo con lo de quedarse a dormir.

Para que ella no pensase ni le diese vueltas a lo que le había explicado, porque por lo que la conocía, después de ese momento de vulnerabilidad había vuelto a levantar la barrera con el mundo que tanto la caracterizaba, le contó todo lo que le pasaba por la cabeza: sus gatos, futuros proyectos, las nuevas coreografías...

Any ― Lee KnowDonde viven las historias. Descúbrelo ahora