Ideales
Dos mellizos son los estudiantes más destacados de España y ganan la mejor beca universitaria de Estados Unidos. Pero se ven implicados en un secuestro de la hija de la familia más popular de la ciudad y acusados de ser los culpables. ¿Perde...
Oops! Ang larawang ito ay hindi sumusunod sa aming mga alituntunin sa nilalaman. Upang magpatuloy sa pag-publish, subukan itong alisin o mag-upload ng bago.
Maxwell Sayler
Era el tercer sábado de julio. Pasaron dos semanas volando sin que me diera cuenta. Mis padres volvieron a estar de viaje y ahora, con la soledad de la casa, me daba cuenta de la falta que hacía Mara. Extrañaba sus risas y jugarretas molestas cuando no encontraba que hacer, sus mensajes o llamadas divertidas, de cuando me preparaba el desayuno tras decirme que era un bueno para nada. Extrañaba a mi pequeña hermana y eso me ardía como el infierno.
En la soledad de la casa, pude aprovechar para desahogarme por primera vez en mucho tiempo. Era cierto que me salían unas cuantas lágrimas mientras veía su retrato de pared con esa gran sonrisa natural, una que había practicado de tal manera que ya estaba tatuada en su rostro. Era irónico el verla así y recordar su cadáver con una mueca triste dibujada al ser mostrada por el forense, parecía haber sufrido en su último momento, y eso me mataba. No pude proteger a mi niña, no pude cuidarla del peligro como tanto había dicho mi padre y tampoco pude estar con ella en todo momento de manera en que estuvo sola en su partida.
Los ojos me ardían, la garganta me quemaba, seguía sin creer que ella no estuviera conmigo por más que lo deseara en el silencio del salón. Tenía esas radicales ganas de arrancarme del pecho el corazón con mis propias manos para detener aquel sentimiento que tanto me había reprimido, que por primera vez dejaba salir a escondidas de los que supuestamente me debían enseñar un camino lejos de este tipo de sufrimientos. ¿Pero qué era lo que tenía? A un padre posiblemente adicto al trabajo ilícito y una madre bastante despreocupada con posibles tendencias peligrosas.
Se había ido mi ángel, mi pequeña de ojos color cielo que me tenía en control y mi hermana con risos de oros tan valiosos como su felicidad, mi compañera de malos momentos y mi mejor amiga. La única que tenía. Ella era perfecta, incluso siendo miembro de la familia, ella era perfecta en todo a pesar de sus defectos, a pesar de ser humana.
Un timbrazo me hizo recobrar la compostura, el teléfono de la casa sonó varias veces antes de que pudiera reaccionar. Caminé hacia él mientras al intentar reprimirme esos nuevos sentimientos de duelo que estaba experimentando para tomar la llamada sin que se notara lo afectado que estaba en el momento.
Tosí un poco para aclarar mi garganta y tomé la llamada, nadie habló. Volví a preguntar y tras tener silencio de nuevo preferí cerrar. No dudaba si era una de esas chicas de la universidad que conseguían mi número, sabrá Dios de dónde y solo hacían eso para escuchar mi voz, porque tomaban demasiado miedo como para hablar conmigo.
Saqué mi celular y observé la hora, faltaba poco para el Haro.
No había considerado la idea de salir, pero era cierto que estaba solo, podía aprovechar un poco la libertad momentánea que me daba el viaje de negocios de mis padres para caminar un poco en la noche y, tal vez, encontrar diversión en mi soledad.
Subí las escaleras con pesadez en el mutismo absoluto y me adentré a mi habitación para prepararme tras darme una adecuada ducha. Me puse ropa de tonalidades oscuras y ligeras, unos zapatos deportivos por si tenía que optar por correr no era mala idea y un gorro en la cabeza que dejaba salir algunos mechones de mi cabello, este último no tenía motivo alguno, solo el hecho de querer usarlo.