Ideales
Dos mellizos son los estudiantes más destacados de España y ganan la mejor beca universitaria de Estados Unidos. Pero se ven implicados en un secuestro de la hija de la familia más popular de la ciudad y acusados de ser los culpables. ¿Perde...
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Los días volvieron a pasar y mayo comenzaba a alejarse del calendario. Se adentraba la idea de un cansancio generalizado y constante de las tareas diarias, cada vez tenía más asignaciones con las materias y en poco tiempo estos los fines de semana solo se volvieron trampolín para completar lo necesario. Las salidas amistosas se redujeron más para mí, pero Karter continuaba normalmente como si no le afectara demasiado.
Era jueves en la mañana, en los últimos días de mayo, me encontraba en el salón de pintura recreando algo del paisaje que recordaba de España en el lienzo, algo muy urbano, con toques bastante oscuros. Concentrada en los detalles no me había percatado de que alguien había entrado al estar frente a la tela y esta cubrirme la vista hacia la entrada. No supe si esa persona se acercó por curiosidad o porque necesitaba algo, pero al verla de repente a un lado me hizo sorprenderme y que se me cayera las cosas de la mano.
—Lohan —la impresión en mi voz no salía en su totalidad al notarlo ahí parado con la misma cara que yo tenía—. ¿Qué haces aquí?
—Vine a buscar algo del profesor de artes —me veía con la misma curiosidad y frunció el ceño—, solo me pidió el favor. Creía que estabas en el club de matemáticas.
Mi corazón palpitó con fuerza por su comentario.
—Sí. Yo lo estoy, solo...—«Vamos Cooke, piensa algo rápido. Está notando que buscas una excusa» —, solo estoy ayudando a una amiga a limpiar su lienzo. Ya sabes.
Fingí una sonrisa mientras me moría por dentro al escucharme decir la peor excusa jamás inventada. Él alzó la ceja inquiriendo en que si consideraba que se iba a creer eso. Dio un paso adelante para girarse un poco y mirar la pintura, se quedó detenido contemplando lo que había en lo que antes era un espacio en blanco. Lo observé atentamente por unos segundos mientras él no decía nada. El suelo se veía más interesante que esa situación y noté todo lo que se me había caído, desde el pincel hasta la pintura que debía retirar en un instante antes de que se pegara al suelo e hiciera un verdadero problema.
—Debo limpiar esto.
Me alejé quitándome el delantal para colocarlo en su lugar, busqué unos paños con productos de limpieza y algo de agua que recolecté de los lavamanos del salón. Él se apartó para darme el espacio necesario. Yo me agaché y comencé a recoger los instrumentos, algunos los eché en agua y otros solo los aparté para poder ordenar ese desastre.
—Tu amiga pinta bastante bien, creo.
Me detuve.
¿Qué dijo?
Tras un momento de confusión, solo volví a tallar el piso con el paño húmedo para disolver los colores.
—Sí, eso creo —contesté en tono bajo, con la cabeza agachada, en concentración con lo que hacía.
—¿Por qué no dices que fuiste tú?
—No fui yo, fue una amiga.
—¿Entonces por qué esa amiga no deja de mentirse y dice que fue ella?