Capitulo 3

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Suelo ser la primera en entrar en el aula, pero hoy llego a la clase de español justo en el momento en que  suena  el  timbre  de  la  cuarta  hora. El señor Argotta me mira  sorprendido,  como  si  le  pareciera inconcebible  que  yo me  presente  tarde  a  su  clase. Agita  ante  mí  la  nota  de  impuntualidad  de  color amarillo chillón cuando paso frente a él.

Hola, señorita Greene. —Intenta adoptar una expresión severa, pero no  logra mantenerla durante más de un segundo antes de relajar el rostro y sonreír.

—Hola,  señor. —Atravieso  el  aula  con  la  cabeza  gacha,  pero  luego me  vuelvo  y  le  dedico  una sonrisa de disculpa mientras me siento en mi silla. Saco de mi mochila mi libreta de espiral y rebusco en ella una pastilla de menta mientras pienso en lo misterioso que ha resultado este día.

Él es real. Y está aquí mismo.

No consigo contener el torrente de preguntas que se agolpan en mi cabeza. En primer lugar: ¿dónde ha estado él durante toda la mañana? He recorrido el Donut entre clase y clase, y no he visto el menor rastro de él. En segundo lugar: ¿qué hacía un estudiante de secundaria que acaba de llegar a la ciudad en una pista universitaria a las 6.45 de un lunes? En tercer lugar: ¿por qué me miró como si me conociera y, dos horas más tarde, pasó de largo como un perfecto extraño? Por otro lado..., tal vez no me vio. Si al menos lograra dar con él, lo averiguaría.

¿Dónde está?

Gabe  se deja caer en el asiento contiguo al mío, y Argotta agarra el bloc de notas de impuntualidad y mira hacia él con cara de reproche.

—Llega tarde, señor Barham —dice con su acento marcado, pero al cabo de unos segundos deja el bloc sobre su mesa y dirige a Gabe la misma sonrisa comprensiva que me ha dedicado a mí.

—Lo siento, señor —dice hacia el frente de la clase y luego se inclina sobre el pasillo entre las dos filas  de  asientos,  invadiendo  claramente  mi  espacio—. Hola,  Anna.  —El  brillo  de  sus  dientes, deslumbrante bajo la dura luz de los fluorescentes, me hace parpadear.

—Qué tal, Gabe.

Abre la boca para añadir algo, pero antes de que pueda decir palabra, Argotta carraspea al frente del aula y comienza a hablar.

— ¡Prestad atención, por favor! Hoy tenemos entre nosotros a un estudiante nuevo. —Cuando alzo la vista, se me corta el aliento—. Os presento a Kellin Quinn. —Argotta hace una pausa teatral mientras el chico nuevo traslada su peso de una pierna a la otra y se coloca bien la mochila en el hombro—. Dad la bienvenida a nuestro nuevo amigo y hacedlo sentir como en casa. —Argotta señala un asiento situado detrás de mí,  en  la hilera de  al  lado, y  el  chico nuevo  echa  a  andar hacia  él—. Y  ahora, entreguen los trabajos, por favor.

Veinte  pares  de  ojos  curiosos  lo  siguen,  se  clavan  en  él  por  un momento  y  se  vuelven  hacia  sus respectivas mochilas  para  extraer  los  trabajos sobre  el  ingreso  de España  en  la Comunidad Europea.  Mis  ojos  están  entre  los  que  lo  miran,  pero  por  lo  visto  son  los  únicos  que  no  pueden despegarse de él.

Kellin. Se llama Kellin.

Tiene la mirada fija en su pupitre y juega con las páginas de su libro de texto como si lo avergonzara ser el centro de atención, pero al cabo de unos instantes, alza la cabeza poco a poco. Lo observo mientras posa  la vista en  la puerta del fondo de  la clase,  la desplaza en el sentido de  las agujas del reloj por el perímetro y se detiene de repente cuando me ve, pues sigo sin apartar los ojos de él.

Time Between Us.Where stories live. Discover now