Capítulo 22. Salpicaduras de Cooke

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Me quedé en silencio tirando al paño a un cubo vacío para humedecer el otro y seguir con lo que estaba.

—No lo entenderías.

—Si me dices pueda que lo-

—¡No! ¡No lo entiendes! —Alcé la mirada de golpe para interrumpirle. En algo me había molestado su constante insistencia en la pintura—. Ni siquiera Karter sabe que estoy aquí, no quiero que nadie lo sepa. —Arrojé el paño en el piso para sentarme al otro lado de las pocas pinturas que estaban regadas. — Solo quiero estar tranquila haciendo esto.

—¿Quieres que me vaya?

Otra vez no contesté mirando a la nada. Lo más favorable sería que se fuera y me dejara sola para lidiar con mi problema, pero un mal presentimiento tenía de que si él lo sabía más personas se enterarían del tema. Seguro se lo contaría a Mara y Mara a otros, luego eso sería incontrolable de manejar. No quería eso.

Él se agachó hasta mi altura a mi lado y colocó sus brazos sobre sus rodillas.

—¿Te preocupa que alguien lo sepa? —Lohan susurró como si alguien más estuviera ahí y quería que solo yo escuchara, solo asentí lentamente—. Si es lo que te molesta, entonces no lo diré.

—¿Qué me confía a mí de que no lo dirás a nadie?

—Sabes lo de mis tatuajes, ¿crees que tendría razón para decirlo?

Fruncí el ceño.

—¿Tienes más de uno?

Él hizo una mueca de haber jodido la cosa y luego soltó una risa divertida para sí mismo.

—Creo que ahora con menos razón diré tu secreto.

Una risa salió de mí al notar su semblante entre preocupado y risueño de saber que había empeorado su condición al hablar de más, él me acompañó entre risas hasta que se dio un silencio cómodo que me dio el empujón para continuar con la limpieza.

—¿Quieres que te ayude?

—No es necesario, ya estoy terminando. —Otro paño fue lanzando con el anterior y volví con el proceso de humedecer la tela—. ¿Qué es lo que venías a buscar?

—Oh, cierto. —Se levantó de un resorte mirando a los lados y yo sonreí cuando noté que se había olvidado—. Quería que le llevara unos libros de arte y un cuadernillo.

—Él los coloca en el estante detrás de su escritorio, los cuadernillos están debajo —le expliqué terminando de dejar limpio el lugar. Suspiré satisfecha y me levanté para recoger todo.

—Gracias Yas.

—No tienes que decirme así, mejor dime Cooke. Lo que menos necesito son más apodos del que tengo.

—¿Cooke es tu apodo? —cuestionó Lohan abriendo el librero detrás del escritorio del maestro para tomar el libro.

—Así me dice mi familia y cercanos.

Tomé todo y lo dejé en su lugar, los pinceles en agua los llevé al lavamanos para terminar el proceso de limpieza y de paso también limpiarme yo de las salpicaduras viéndome al espejo. El castaño de ojos azules, al tener lo que quería, cerró todo y se acercó hasta quedar casi en el centro del salón.

—Bien. Gracias, Cooke.

Yo lo observé dándole una sonrisa de boca cerrada, algo corta para de nuevo a mirarme al espejo y echarme agua en la cara.

—Oye, espera, tienes pintura en el cabello —dijo de repente acercándose para quedar a unos metros de mí.

—¿En serio? ¿Dónde?

—Está... —Él miró desde la distancia como removí la cabeza y la ladeé varias veces sin notar nada—. No, no, espera.

Dejó los libros a un lado y se acercó más para tomar un mechón al lado derecho de mi cara y mostrármelo frente al espejo con una sonrisa.

—¡Ay, Dios! Qué vergüenza, nunca había llegado a estos extremos. —Tomé el mechón para acercarme al espejo y notar una mancha de pintura azul algo destacable, con algo de agua de la llave remojé el pelo haciendo lo posible por retirarla—. Gracias, si no te das de cuenta tendría que dar muchas explicaciones.

—No es nada. —Me observó a través del espejo con atención mientras terminaba de enjuagar. Solo asintió al ver que había terminado y así fue como se alejó para tomar los libros.

Llegó hasta la puerta y se despidió con la mano antes de desaparecer por el pasillo. De mi parte, terminé por arropar mi cuadro con otro paño bastante grande y esconderlo donde había dejado los otros.

«Quizás queme este cuadro. No me agradó bastante». Pensé al dejarlo en el armario trasero, delante de los otros también cubiertos por mí y que pasaban desapercibido.

Acomodé todo como lo había encontrado y salí con cuidado del salón de pinturas para volver a mi habitación. 

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