Capítulo 44

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~«En honor a la democracia y a nuestros valientes soldados, declaro la formación de la República Federal Escocesa» (Rhona Greer: discurso nro

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«En honor a la democracia y a nuestros valientes soldados, declaro la formación de la República Federal Escocesa» (Rhona Greer: discurso nro. 128, 12/10/2020).
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—¡¡Kate, cuidado!! —exclamó Sirhan.

Gracias a un ágil movimiento realizado a último momento, la bala se hundió en la pared del galpón, a la altura de la w. Kate ahogó un grito de pánico y observó con pavor cómo la lámpara del galpón comenzaba su parpadeo incesante.

A la distancia, una silueta se materializó en la oscuridad. La hierba marcaba sus pasos y el humo que salía de su pistola delataba su posición, pero a la sombra todo le importaba un carajo. Continuó su avance sigiloso y desafiante y reveló que no estaba solo; una curiosa formación iba detrás suyo, con las armas listas para el ataque.

El  instinto llevó a que Sirhan y Kate entrelazaran sus manos y se unieran para luchar contra los desconocidos con la absurda esperanza de poder revertir la situación. Como respuesta, las figuras se expandieron y se mostraron cada vez más amenazantes. Sirhan apenas pudo contener un grito. «Mierda. ¿Cuándo será el puto día en que los libros nos enseñen que los finales felices no son más que una ilusión?», pensó.

De pronto, la luz del galpón dio de lleno en el rostro del enemigo y dibujó sus rasgos con precisión. Sirhan observó aquellos ojos verdes, aquel cabello rubio que se precipitaba sobre su frente, aquel rostro ovalado, aquella mirada austera y penetrante, propia de un hombre de mal. Asombrado, lo recorrió dos veces: la figura estaba de pie, al igual que los demás, y le sonreía con sus caninos de lobo de luna llena. Una nueva silueta para un viejo conocido.

Los cuervos iniciaron su vuelo alrededor del galpón, ansiosos de carne humana. Se posaron calmos sobre el techo y las luces y comenzaron a chillar. Los graznidos fueron el prefacio de dos simples palabras capaces de derribar un mundo.

—Hola, campeón.

Sirhan apenas pudo contener el temblor de sus piernas y resistir a un escalofrío. Intentó atacar, pero la Beretta se había convertido en un ancla que descansaba en su mano derecha. El otro amplió su sonrisa aún más al notar el detalle.

—Arrójala, ahora —le ordenó.

El rubio deslizaba frases escuetas, consciente de que no necesitaría nada más. Sirhan cedió y dejó que el arma se deslizara entre sus dedos y acabara sobre la hierba. El fuerte sonido espantó a uno de los cuervos y alborotó a toda la bandada, y las siluetas debieron esperar a que los graznidos cesaran antes de continuar. Tampoco les importó; después de todo, Sirhan y Kate estaban acorralados.

—Veo que no estaba equivocado con tu amiguita —dijo el rubio, sonriente—. Seguirles el rastro fue una buena idea.

—¿Qué quieres, Boyd? —siseó Sirhan.

Sin retorno © [COMPLETA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora