Luego de unos minutos, Beltrán oyó pasos a sus espaldas y rápidamente se levantó y se giro hacia el lugar de donde provenían dichos pasos, solo para encontrarse a Solo, llevando en su mano derecha un libro con la tapa de color azul, era su libro, resulta que lo había cogido Solo, espera...¡eso significa que lo habría leído!, Beltrán estaba rojo de vergüenza, la ropa le asfixiaba y las piernas le temblaban, estaba a punto de caerse al suelo cuando Solo lo miro sonriendo y le lanzó el libro, Beltrán logró agarrarlo por poco, pero cuando quiso mirar a Solo, este estaba pegado a el, robándole el aliento.

—Deberías vigilar tus cosas— susurro Solo esbozando una sonrisa ladeada.

—P-perdón...— Beltrán no entendía porqué se disculpaba.

—Si te sirve de consuelo, no he leído nada— comentó Solo.

Beltrán respiró aliviado y abrazó a su libro, intentando ignorar el hecho de que Solo lo estaba arrinconando.

—Beltrán, ¿estás bien?— pregunto Solo.

—S-si...— mentira.

Cómo iba a estar tranquilo teniendo a un hombre tan alto cerca suya, si quisiera podría tumbarlo de un solo golpe. La respiración de Beltrán estaba acelerada, su cuerpo tenso y sus piernas parecían que iban a fallarle en cualquier momento.

—¿Sabes qué mentirme no sirve de nada verdad?— pregunto Solo mientras se separaba de Beltrán, notando su nerviosismo.

—Perdón...— de nuevo se disculpaba sin saber el motivo.

—Mmm...¿hay algo que quieras contarme?, estoy aquí para servir—

La cabeza de Beltrán se llenó de pensamientos, quizá él no le juzgaría por sus sueños ni sus pensamientos, Solo era de otro tipo de personas, lo había visto besarse con otros jóvenes del campamento frente a todo el mundo, lo había espiado mientras mantenía relaciones impuras con mujeres que no estaban casadas con él, más de una vez había fantaseado con la sensación de su boca rodeando su miembro mientras este se dejaba llevar por las sensaciones y la lujuria. En el fondo se sentía un desgraciado por haber espiado a una persona, pero no podía evitarlo, su curiosidad era muy grande, necesitaba saber que era Solo y el porqué tanta gente lo apreciaba como para confiar en él, y había llegado a una única conclusión, lo que diferenciaba a Solo del resto del mundo era el hecho de que él no juzgaba a nadie, él haría lo que fuera por él mundo sin pedir nada a cambio, y aún así nunca se le veía molesto o cansado. Beltrán miró a Solo y se armó de valor.

—¡T-ten el libro, lee el primer capítulo!— dijo Beltrán alterado y dejando el libro rápidamente en las manos de Solo.

Este tomó el libro y se fijó en cómo Solo lo miraba extrañado mientras abría la primera página del libro. Su rostro se encendió ligeramente conforme más leía, y a cada segundo Beltrán escuchaba la respiración de este más alterada que hacía unos segundos, ¿como un chico tan tranquilo podía estar así solo leyendo?

Cuando Solo acabo de leer el primer capítulo tal y como había dicho Beltrán este se relamió los labios ligeramente y cerró el libro suavemente para no torcer ninguna pagina.

—Ahora entiendo porque estabas preocupado— comento Solo devolviéndole el libro.

—Tengo estos pensamientos desde que estaba en el monasterio, siempre me obligaban a guardar penitencia por ello—

Solo se acerco a Beltrán y paso su mano por su hombro acariciándolo suavemente, Beltrán se sonrojo y se dejo tocar mientras notaba como el libro se escapaba de sus manos y caía sobre la hierba, sus finas manos se fueron a los hombros de Solo intentando apartarlo en vano, no podían hacer aquello, era un pecado demasiado grande para ser perdonado, pero sus fuerzas le fallaron cuando noto los labios de Solo pegándose a los suyos y notando como la lengua de él se abría paso entre sus labios hasta llegar a su lengua, lamiendo de forma lenta y suave esta.

—No temas, no te voy a juzgar— dijo Solo manteniendo el beso.

Beltrán finalmente dejó de resistirse y abrió voluntariamente sus labios para corresponder el beso con ternura, era su primer beso en veinte años, con un hombre, no podía echarse atrás, lo hecho hecho estaba. Sus besos eran torpes, mientras que los de Solo intentaban sacar el máximo número de gemidos posibles, podía notar sus labios pegados, su respiración nula y como su mente iba poco a poco quedándose en blanco, debía separarse o se iba a asfixiar al final.

Ambos se miraron, con la respiración agitada, Solo llevó su mano a la entrepierna de Beltrán apretándola suavemente sacándole un pequeño gemido. La mirada de Solo parecía la de un animal, primitiva, deseosa, llena de una sed de placer que solo podía satisfacer Beltrán en aquel momento. El joven miró a Solo con una ligera pizca de culpa en los ojos, aunque en el fondo quería más de aquel nuevo placer que acababa de descubrir.

—¿Te has tocado alguna vez pensando en mí?— pregunto Solo de forma lujuriosa.

—A-auto complacerse es pecado— dijo Beltrán de forma tímida.

Solo agarro la barbilla de Beltrán de forma suave y lentamente esbozo una sonrisa pícara, para acto seguido empezar a agacharse de forma lenta, deslizando su mano por el pecho de Beltrán, arrugando la tela a su paso, hasta llegar a la entrepierna de este, donde se podía a ver a simple vista una erección retenida por el pantalón.

—Tienes suerte de que no creo en Dios— susurro Solo agarrando la cintura del pantalón de Beltrán y bajándoselo de un tirón dejando a la vista su miembro erecto.

Solo envolvió con suavidad el miembro de Beltrán con su mano, notando la calidez de este y como palpitaba, como si estuviera a punto de explotar luego de muchos años de castidad forzada. La expresión de Beltrán era de excitación y miedo, no sabia que hacer ahora y parecía que iba a caerse de lo que le temblaban las piernas.

—¿Qué es lo que más deseas, Beltrán?— pregunto Solo con voz seductora, con su boca a escasos centímetros del miembro de su compañero.

Beltrán dudo durante unos segundos hasta que una pequeña luz en su cabeza se encendió, había pasado toda su vida a los pies de Dios, el cual no le había dado nada, a diferencia de Solo, que estaba arrodillado frente a él, adorándolo como si fuera algo más grande que un simple hombre.

—A ti— contestó Beltrán.

Nada más dicho esto, Solo metió el miembro de Beltrán en su boca, haciendo que este soltara un fuerte gemido y llevará rápidamente sus manos al pelo de Solo, agarrándolo con fuerza y dándole un tirón escuchado como este emitía un ligero gemido ahogado por su miembro. La lengua de Solo se movía con soltura acariciando todo la extensión del miembro de Beltrán, haciéndole emitir sonidos nunca antes emitidos por él. La calidez de la boca de Solo lo hacía delirar, la sensación de su lengua lamiendo la punta de su miembro solo para continuar su carga contra el resto de este hacia que poco a poco comenzará a notar como iba a alcanzar su éxtasis.

—Solo...— dijo Beltrán en un gemido demasiado dulce, haciendo que Solo alzara la vista y lo mirara de forma lasciva, haciendo que se corriera mientras daba un fuerte tirón al pelo de este, sacándole otro gemido.

Cuando Beltrán acabó se fijó en como Solo se separaba de su miembro, el cual comenzaba a bajarse de nuevo, Solo no dijo nada, tenía la boca cerrada, se pegó a Beltrán y pegó sus labios a los de este.

Beltrán noto como Solo paso su semilla dentro su boca, mezclado con la saliva de ambos, y sin poder evitarlo se la trago, notando el sabor salado descendiendo por su garganta. Definitivamente había renunciado a Dios luego de mucho tiempo, y todo gracias a la simpatía de Solo que le enseñó el verdadero significado de la palabra "libertad".

—No te relajes, es mi turno de que me complazcas— dijo Solo con voz excitada.

Beltrán se arrodilló y miró a Solo con adoración.

—Di mi nombre— ordenó Solo

Beltrán tuvo un pequeño pensamiento fugaz mientras bajaba los pantalones de Solo hasta dejarlos en el suelo y teniendo su miembro frente a él, por alguna razón sabía su verdadero nombre, no el que la gente le había puesto.

—Sabaal, adepto de la lujuria— contestó Beltrán antes de meterse el miembro de Solo en la boca. 

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