Interludio: Determinación

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*Interludio: Determinación*

El calvario llegó a su final.

Girasol miró el techo de la habitación con melancolía, su cuerpo desnudo yacía tapado levemente con una frazada cristalina que dejaba entrever las numerosas manchas blancas que todavía escurrían sobre su piel. Al fondo de la cama, Vlad II continuaba sentado fumando un cigarro grueso proveniente de la Isla Silente.

—Eres una mujer loca —susurró el monarca extranjero —. Admito que tienes mucho temple.

—Me alegro de poder complacerlos a los dos. —Girasol habló como si fuese un robot, todas sus respuestas eran mecanizadas y ensayadas de por medio. Ninguna palabra venía de su corazón, todo era un conjunto de oraciones previamente estudiadas para afrontar cualquier situación.

—Nunca había visto a mi hermano tan molesto. —Vlad II sonrió con malicia, llevó su semblante al espejo personal que se ubicaba justo encima del peinador. Allí vio su cuerpo atlético y lleno de cicatrices, producto de una vida marcial que le producía felicidad al extremo. Sus calzones grises de fina tela habían sido cocidos a mano por su propia servidumbre y debido a ello, todos los atuendos que usaba eran de buena calidad.

Girasol suspiró en voz baja.

Por supuesto que lo hizo enojar.

Los hermanos adoraban romper a las chicas que violaban, las penetraban y profanaban sin respeto, abusaban de su humanidad una y otra vez, con violencia absoluta hasta buscar la sumisión total. Llegar a un estado de "mente rota" donde la víctima ya no era capaz de pensar ni producir emociones. La meta de volverla una muñeca de carne no funcionó y aquello frustró muchísimo al Duque Manius.

El ojo izquierdo lastimado de Girasol era una prueba definitiva de su desesperación.

—Tomaré lo que me corresponde. —Vlad caminó hacia el armario personal de la regente, ante la mirada atónita de Girasol cuyo corazón todavía se mantenía firme. Abrió las puertas delgadas con un solo movimiento y al hacerlo, tomó unas calzas rojas y un jubón azul con leones bordados en color oro.

—Y-Yo... —murmuró la mártir —. Nada.

—Ahora que lo pienso, ¿no ejecuté a tu esposo con un atuendo parecido a éste? —bufó Vlad II, mientras se ponía la ropa con un descaro monumental. Poco a poco, su sonrisa iba volviéndose cada vez más abierta.

—Así es, alteza. —Girasol volvió a sentir como miles de lágrimas se atoraban en medio de su garganta, si la violación en conjunto no había sido suficiente para humillarla, entonces Vlad II decidió profanar también la memoria de su amado esposo. Pues aquel conjunto tan elegante había sido el mismo que usó durante su noche de bodas.

—Me queda mejor a mí que a ese puto traidor, ¿no te parece?, menudo desperdicio.

—Ahora le pertenece a usted —afirmó Girasol, casi mordiéndose el labio del coraje.

—Bien dicho. —Con el atuendo completo y las energías renovadas, Vlad II caminó hacia la puerta del cuarto —. Espero que hayas aprendido la lección, cualquier intento de rebelión es imposible.

—Lo sé, mi señor...

Girasol sabía el motivo de sus acciones, incluso de su llegada. Todo fue planeado desde un comienzo, desde el matrimonio forzado de Ulric con Ingrid, hasta esa trágica noche donde Sora perdió la vida y ella su dignidad.

Aquella era una táctica de intimidación muy vieja, pero efectiva. Demostrar el poder ante los débiles para someterlos con miedo; la Reina Regente resistió hasta el final sin mostrarse débil ante sus perpetradores. No lloró ni se mostró frágil toda la noche, de ella no escucharon un gemido, una lágrima o una maldición, permaneció estoica durante todo el coito forzado hasta que recibió un puñetazo en la cara.

Y ni siquiera allí gritó de dolor.

Mantuvo una cara seria y firme durante toda su tortura, pues no quería darles ese maldito gusto.

"Ellos no me romperán. Ya me lo han quitado casi todo: a mi esposo, mi libertad, mi dignidad, mi cuerpo y a Sora. Pero todavía tengo motivos para seguir firme: Ulric será un magnífico rey, él nos salvará a todos de esta horrenda dictadura. Debo luchar por el Reino de Etrica y sus habitantes. Ellos no me romperán, no les daré ese placer, si quieren romperme tendrán que hacerlo a golpes. Una y otra vez, hasta que muera. Mientras respire, ¡ellos no verán una lágrima mía!

No me romperán.

No me romperán.

No cederé ante su dolor y el martirio.

Permaneceré firme hasta morir. Esos dos miserables no verán mi rostro adolorido ni mi llanto destrozado. Mis lágrimas solo son para Ulric y Alda.

No me romperán.

No me romperán.

Aún si me violan una o mil veces. Permaneceré estoica, permaneceré fuerte y poderosa.

¡Porque yo soy la Reina Regente, Girasol León!"

Ella repitió para sí misma aquellos pensamientos, mantuvo su lema hasta el final y sin importar las humillaciones o el castigo... Cumplió su palabra.

Vlad II y el Duque Manius no lograron destrozarla.

—Una cosa más —bufó Vlad II —. Controla a ese hijo tuyo de una buena vez, o la siguiente en morir será la bastarda de Lutero. (Alda)

—Lo que usted ordene, alteza.

Tras aquel intercambio de palabras, el Rey Vlad II abandonó la habitación y se reunió con su hermano en la puerta principal del castillo. Los despidió Sir Marte Hogan con una comitiva de cortesanos y caballeros.

Habían cumplido su objetivo.

Llegó el momento de partir nuevamente al Reino de Apolo, pues quedaban muchos pendientes por cumplir.

No obstante, mientras ensillaban a los caballos y el Duque Manius le echaba el ojo a una sirvienta que merodeaba por allí, la dama de compañía flaca y desgarbada se acercó al monarca.

Éste abrió los ojos en par y después sonrió, para molestia de todos los cortesanos allí presentes. Las damas de alta cuna y sirvientes mayores odiaban a la jovencita desconocida que de un día para otro se ganó el cariño del Rey Vlad II.

¿Cómo demonios lo hizo?

Ni idea.

No era encantadora, tampoco tan inteligente como para tenerla cerca. Aun así, Vlad II tuvo un muy buen presentimiento acerca de ella y sin pensarlo dos veces decidió reclutarla.

—Hiciste un buen trabajo, Eva, gracias a ti logramos mermar la moral de nuestros títeres. Serás recompensada cuando lleguemos a casa.

—Muchas gracias, mi señor. —Eva inclinó su cabeza en señal de respeto —. Alteza, ¿puedo decirle unas palabras?, por favor.

—Adelante.

—Hay algo en el Rey Ulric que me da mala espina, sus ojos no son los de un niño normal, siento un aura diferente en él. No puedo explicarlo bien, señor, es como si todo su comportamiento fuese una máscara.

—No sé de qué hablas, Eva, quizá lo estás pensando demasiado. Es solo un mocoso y ya. —En realidad, a Vlad II le pareció muy extraño el comportamiento de Ulric, desde un primer instante supo que algo no estaba bien con ese chiquillo.

El rescate de Ingrid y sus ojos implacables cuando mató a la sirvienta eran la prueba de ello. No obstante, quiso mantener su imagen de rey imponente; ¿cómo podría sentirse preocupado por un niño de 9 años?, menuda tontería.

—Sí, quizá lo estoy pensando demasiado, alteza, volveré con las otras damas de compañía. —Eva despidió a su señor con una educada reverencia, dejando al monarca sádico junto a su montura y sus propios pensamientos acumulados.

"Dominé al padre y la madre, el hijo no será ningún problema para mí. Ulric se arrodillará quiera o no"

Con esa última idea en mente, la comitiva del Rey Vlad II emprendió el viaje de regreso. Ya no quedaba nada más por hacer allí.

*Interludio fuera*


ISEKAI: Reencarné como el Rey más pobre del mundoWhere stories live. Discover now