Capítulo 2: Reencarnación

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Capítulo 2: Reencarnación

"Si pudiera volver a vivir, lo haría honorablemente. Yo no estoy equivocado"

"Entonces demuéstralo"

El dolor de las balas ya no volvió nunca más, en su lugar mis ojos se abrieron en par y lo primero que vi fue un techo de piedra muy diferente al concreto de un hospital.

— ¡Hijo mío! —Una mujer de cabellos negros y vestido largo color café me llamó "hijo", ¿acaso estaba confundida?, mi madre falleció cuando nací, por lo tanto, sus palabras no tenían sentido. Ella lucía demasiado joven para ser madre de un hombre de 29 años —. ¿Estás bien?, ¿cómo te sientes?

No supe cómo responder.

Me acababan de balacear.

Seguramente debo tener el cuerpo lleno de heridas mortales y sangre coagulada, ¿cómo podía preguntarme algo así?

¿Acaso la respuesta no era obvia?

—Dale tiempo de reaccionar, mi señora, el niño casi murió por la fiebre. —Otra mujer ligeramente más joven colocó su mano diestra sobre el hombro de mi "madre" —. ¿Puedes escucharnos?

—Es un milagro, el niño realmente falleció hace unos segundos, ya no tenía signos vitales y estaba a punto de dar la noticia. —La tercera persona en esta habitación era un hombre raquítico de tez oscura y túnicas blancas que parecían los hábitos de un sacerdote católico.

— ¡Mi hijo!, ¡mi pequeño niño! —continuó llorando la mujer, con muchísimas lágrimas bajando sobre sus blancas mejillas.

—Alteza, ¿puede oírnos? —La otra mujer tenía los cabellos castaños y un traje de sirvienta muy parecido a los que solía ver en dramas medievales. Le cubría todo el cuerpo y solo dejaba ver parte de su cuello y hombros morenos —. Soy Sora, ¿me recuerdas?

¿Eh?

¿Acaso dijo alteza?

De qué rayos hablaba esta mujer.

— ¿Qué pasa? —Casi me llevé un susto de muerte.

No...

Definitivamente lo tuve.

E-E-Esta no era mi voz.

— ¿Alteza? —Sora llevó su mano diestra directo a mi frente; pude sentir lo tibia de su mano en contraste con una fiebre que apenas noté.

— ¿Qué sucedió? —volví a cuestionar, con una voz que definitivamente no era mía. Sonaba como un niño pequeño.

—Alteza. —El hombre dio un paso al frente y también tocó mis mejillas, luego hizo una mueca sorprendida y retrocedió —. I-Imposible, la fiebre casi ha desaparecido...

—Tu mente debe estar cansada, hijo mío, enfermaste de fiebre azul, un padecimiento mortal en menores de edad. —La mujer que se autodenominó mi madre me sonrió con muchísima dulzura, nunca recibí este tipo de gestos en el pasado, por lo tanto, no pude evitar sonrojarme por la vergüenza.

— ¿Fiebre azul? —susurré —. N-No conozco esa enfermedad.

—Tómalo con calma, hijito, estuviste a punto de morir hoy.

—Necesito un espejo, por favor, tráiganme un espejo. —Parte de mí no quería ver la realidad, esto definitivamente debía ser un sueño.

No había otra explicación.

Seguro me estoy pudriendo en el hospital.

Si, si, si, si... No podía ser de otra manera.

—Como usted ordene, señor. —El hombre de la túnica trajo consigo un espejo de mano lo suficientemente grande para ver mi reflejo entero.

ISEKAI: Reencarné como el Rey más pobre del mundoWo Geschichten leben. Entdecke jetzt