Capítulo 10: Solo un desliz

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Tristan sostuvo el filete congelado y empacado al vacío contra su pómulo izquierdo, un bajo quejido se le escapó cuando el paquete helado hizo contacto contra su piel inflamada. Levantó la mirada hacia Peirce, quien estaba de pie en frente en suyo con su bonito rostro fruncido en una mueca de preocupación. Su mirada bajó hasta las manos del contrario y encontró que sus nudillos estaban cubiertos por una venda blanca.

"¿Quién te enseñó a dar esos golpes?" preguntó, su ojo izquierdo ya empezándose a cerrar por la inflamación en su pómulo.

Peirce se mordió el labio inferior, de repente tomando asiento junto a él en la banca del parque. Era una tarde fría pero Tristan no se podía quejar, las fuertes brisas mantuvieron las calles más desoladas de lo habitual, entonces ni Peirce ni él tenían que preocuparse por que alguien los reconociera juntos. 

"Lo siento mucho" Peirce se disculpó por décima vez en dos horas "Entré en pánico y no medí mis reacciones"

Tristan rió entre dientes, apartando por un momento el filete de su rostro para después volver su atención a Peirce, quien ya lo observaba con sus enormes ojos verdes llenos de arrepentimiento. Fue divertido, Tristan nunca pensó que Peirce, considerando lo poco que lo soportaba, se sentiría tan mal por propinarle un buen golpe en la cara. Fue uno realmente bueno, Tristan solo había sido golpeado en el rostro una vez en toda su vida, después de alguna ridícula discusión escolar que tuvo a los dieciséis,  pero ni siquiera esa vez su pómulo se sintió tan inflamado que se sentía después del golpe de Peirce. 

"¿Realmente lo sientes?" inquirió, a lo que Peirce asintió de inmediato y en repetidas ocasiones "Eso es raro, pensé que te sentirías satisfecho" 

"No soy un fanático de la violencia" la mirada de Peirce parpadeó hacia su pómulo herido "En realidad, eres la primera persona que golpeo"

"Deberías considerar unirte a la lucha libre" aconsejó seriamente "Podrías engañar a tus oponentes con esa apariencia escuálida y luego patearles el culo con tu súper fuerza" 

Peirce soltó un bufido, dejándose caer contra el respaldar de la banca "Pasé toda mi vida entrenando a una yegua para que aprendiese a saltar sobre barras a más de un metro con cincuenta centímetros del suelo, por supuesto que tengo algo de fuerza"

"Oh, es cierto" una sonrisa se deslizó por la boca de Tristan "Te ví competir el fin de semana, eres realmente bueno montando a caballo" 

"Gracias" Peirce murmuró y, si Tristan no estaba imaginando cosas después del golpe, él realmente se mostró algo tímido "Es mi deporte favorito y, desde que tengo memoria, disfruto mucho practicándolo"

Tristan observó el perfil del contrario, su mirada clavada en el asfalto aunque una pequeña sonrisa tiraba de las comisuras de su boca.

"Eso es conveniente" comentó Tristan, tratando de contener su sonrisa. Peirce lo miró con una gran interrogante escrita sobre todo su rostro, entonces Tristan tuvo que tragarse su risa cuando dijo: "Pienso que es conveniente que te guste montar, considerando todo el contexto"

Vió la confusión llenar la expresión de Peirce durante unos segundos, pero un instante después, había una mano tirando fuertemente de los mechones ondulados de su preciado cabello.

"¿Qué crees que estás insinuando, testículo de camello?" Peirce tiró tan fuerte de su cabello rubio, que el cuello de Tristan literalmente se dobló hasta que un fuerte quejido abandonó su garganta "¿Debería golpearte y emparejarte el otro lado de la cara?" 

Tristan rió y, con su cabeza todavía ladeada por el fuerte agarre, preguntó: "¿No tiras con demasiada frecuencia de mi cabello? ¿Estás metido en el lado rudo?" 

MoralidadDonde viven las historias. Descúbrelo ahora