La estrella Polar

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Lo primero que hice fue sacarme el vestido y liberar mi busto. Sentí alivio. Me senté sobre la cama y puse mi teléfono en la mesita de noche.

—Thaly —le hablé a la inteligencia artificial—. Apaga la luz y muéstrame los archivos de Franz Ayala.

Tras la orden, en la pared del frente se proyectó lo que llevaba de investigación. Por dos años, a escondidas de mi padre, había ido reuniendo información sobre la familia Ayala y los niños desaparecidos. Además de Grecia y Tiago, otros cuatro niños menores de cinco años habían sido secuestrados. Solo dos cuerpos hallados, incluyendo el de mi hermano, y el resto... no tenía pruebas, pero estaba segura que estaban relacionados. Niños portal, asesinados en Scielo1. Franz Ayala, mi abuelo biológico, seguro involucrado, no solo en la muerte de mi hermano, sino de mi madre. El problema era que no había cómo conectarlo.

La prensa y la policía jamás habían sospechado de él. Solo lo trataban como la víctima. Nuestro querido Ministro de seguridad, comprometido con la seguridad del país, tras perder de manera trágica a su hija y nieto. Comprometido a que nunca, nadie más sufra lo mismo en nuestra nación. Sonaba hasta como propaganda, y tal vez eso era: simple propaganda para llegar a un puesto más alto.

A esas alturas, tenía miles de teorías y cero pruebas. Lo que me dijo retumbaba en mi cabeza: "Si la quieres mantener a salvo, no lo vas a lograr con quienes se está juntando". ¿A quiénes se refería? ¿era una amenaza? ¿hablaba de la familia Cohen? ¿o de los Key? ¿sabía del proyecto?

—¡No hagas eso! —grité cuando Ian me abrazo por la espalda, en plena oscuridad, mientras pensaba en temas escabrosos.

—Perdón —me dijo cerrando sus manos en mis pechos desnudos y comenzando pasar su lengua por mi cuello.

—Thaly, prende la luz —ordené, Ian me abrazó con más fuerza.

—Venía a cambiarme para la fiesta, pero parece que acabó temprano. ¿Cómo estuvo? —me preguntó poniendo más interés en acariciarme el cuerpo.

—Oh aburridísimo, no pasó nada. Solo que me encontré cara a cara con Franz Ayala. —Eso hizo que dejara de succionarme el cuello—. Mi padre lo enfrentó y... bueno, por suerte no pasó a mayores.

—Debía pasar en algún momento, se mueven en los mismos círculos sociales.

—Lo sé... ah y en noticias más agradables, Arthur le dijo a la prensa que va a poner veinte por ciento de las acciones de la compañía a tu nombre.

—¿Qué? —Eso lo impactó más que la otra noticia, me soltó y yo caí echada sobre su regazo.

—El tonto cree que dándote parte de la compañía, tú me convencerás de fusionar a Galata.

—Es un idiota, sus otros hermanos lo van a matar.

—Seguramente, aunque si lo hace será genial. Imagina, tú como empresario.

—Prefiero cortarme un testículo.

—No creo que tu padre lo permita, lo de la compañía, no lo del testículo... o eso tampoco.

—Me da igual—se agachó para besarme y bajar sus manos por mi pecho hasta mi vientre.

—¿No estás cansado?

—No, dormí todo el día, estoy excitado.

—Eso siempre —consideré incorporándome de nuevo. Yo sí me sentía bastante cansada.

—Llego y estás medio desnuda en mi cama, ¿cómo quieres que me ponga?

—Siempre estoy así.

—Como me gusta —respondió empujándome de espaldas y poniéndose encima de mi para proceder a besarme con desenfreno y meter su mano pode debajo de la única prenda que llevaba cubriendo mi intimidad.

TransalternaWhere stories live. Discover now