Olivia Eades es psicóloga y periodista con una vida hecha en el 1970, con su madre y hermano, sin deseos de casarse o tener hijos, sin preocuparse por la comida que todos los días tiene en su mesa y sin tener que luchar cada segundo para sobrevivir...
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26 de junio 1864. Manchester, Maryland.
Con la panza creciendo, los esfuerzos para ocultarla aumentaban, aunque contaba con la ventaja de que los vestidos ayudaran y durante ciertos días fríos pudiera cubrirse completa con uno de los enormes abrigos de Jonathan.
Salió de la carpa a primera hora del día ya vestida y se acercó hacia la mesa donde ya los soldados habían calentado agua y tostado algunos trozos del pan que quedaba. Se preparó dos rodajas con mantequilla y llenó una taza de agua para hidratarse en lo que comía.
Jonathan estaba un poco mejor, aunque aun no en condiciones de participar de otra batalla y, aun así, no había batallas para luchar en el momento. Los tenían a las afueras de Manchester esperando indicaciones para trasladarse.
Se acercó a él, quien se encontraba sentado frente a una carpa charlando con dos de los tenientes y algunos de los cirujanos y cuando se detuvo a su lado, él la rodeó por la cintura y recostó su cabeza en su costado.
—¿Dormiste bien?
Asintió y mordió la tostada antes de sostenerla frente a sus labios para que también mordiera.
—¿Tu dormiste bien? ¿Cómo está la herida?
—Mucho mejor, ya casi no me duele.
—Estás sanando rápido —observó y se sintió tranquila de que así fuera—. ¿Vienes así te desinfecto?
Jonathan se disculpó con sus compañeros al abandonar la silla para seguir a su esposa de regreso a la carpa y la tomó de la mano en todo momento. No sabían si eran cosas suyas o el embarazo realmente la tenía más radiante que nunca, pero estaba fascinado mirándola y no podía apartar los ojos de ella.
Se apoyó contra el barril dentro de la carpa en lo que esperaba que ella sacara sus materiales del baúl y cuando Olivia se acercó, separó un poco las piernas y la atrajo hacia su pecho para besarla.
—¿Cómo está nuestro bebé?
—Tranquilo, cada día lo puedo sentir más cuando se mueve —. Verla sonreír lo contagio—. Es una sensación muy hermosa que desearía pudieras sentir tú también.
—Aún no lo siento con mi mano...
—Todavía es muy pequeño para eso —. Le levantó la camisa y limpió su herida con un paño húmedo en agua y un poco de alcohol—. Probablemente en dos meses puedas...Quizás un poco más cerca del octavo.
Cuando se enderezó, Jonathan acarició su vientre por sobre la ropa y ella sintió su movimiento en su interior, provocándole una sonrisa. Tenía la sospecha (aunque sin evidencias) de que el bebé respondía cuando reconocía a Jonathan, después de todo lo notaba más inquieto cuando él estaba cerca.
—A ver, habla.
—¿Qué quieres que diga? —. Se encogió de hombros y Jonathan apoyó ambas manos sobre su vientre—. ¿Crees que me escucha? ¿Ahora?
