Olivia Eades es psicóloga y periodista con una vida hecha en el 1970, con su madre y hermano, sin deseos de casarse o tener hijos, sin preocuparse por la comida que todos los días tiene en su mesa y sin tener que luchar cada segundo para sobrevivir...
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5 de abril 1861. Propiedad de Jonathan, Minnesota.
Hacía dos semanas desde que Darion y Kyle se habían marchado con otros tres hombres y desde entonces el campamento había estado tranquilo. Ya casi nadie hablaba con Thomas o escuchaba sus excusas, solo Perry, Garrad y Benjamín seguían apoyándolo y eran unos idiotas por hacerlo. La relación de Olivia con aquellos que había apuntado sus armas a Jonathan, era tensa. Algunos hombres recibían el peor de sus tratos y las mujeres, como Lucy, estaba atadas a hacer trabajos pesados todo el día bajo órdenes de Olivia. Los estaba haciendo sufrir y no sentía una pizca de pena al respecto.
Afortunadamente Jonathan había conseguido que Olivia volviera a perdonarlo y no rechazara su cercanía, aunque le había costado casi toda la primera semana lograrlo. Ella realmente estaba cansada de los conflictos y el estrés.
Se pararon en el porche de la casa, mirando hacia el campo a la distancia para ver unos caballos aproximarse. Estaban aún demasiado lejos para poder identificar las figuras montando en dirección a ellos, pero todos asumían eran los hombres regresando del rescate.
Olivia se paró junto a Jonathan con ambas manos en la cintura y sintió como Jonathan acariciaba su espalda de pie a su lado. La señora Finn se quedó junto a la barandilla del porche, con Jian y Sophie, mirando ansiosas y Derby estaba frente a ellos, con un pie en el escalón del porche y otro en la tierra, también mirando hacia la distancia.
Fueron los primeros en notar los caballos acercándose, pero cuando el resto del campamento comenzó a verlos, todas las tareas fueron abandonadas lentamente.
Lucy dejó la pala caer al suelo y se adelantó unos pasos hacia el grupo de hombres que los esperaba entre las carpas.
—¿Son ellos?
—Eso parece.
Minutos más tarde los caballos llegaron por el camino de la propiedad, rodeados por el grupo hasta detenerse frente a la casa. Darion se deslizó por el lomo del animal hasta aterrizar sobre sus pies y ayudó al hombre detrás de él a bajar.
Olivia no lo conocía y por eso asumía debía ser el tal Chester Bentley. Estaba delgado como un palo, con sus brazos finos y las costillas asomando contra su piel. Su rostro parecía una calavera, con los pómulos pronunciados y las mejillas chupadas, también tenía la barba larga de meses y meses sin afeitarse y su cabello dorado. Debía de haber vivido en las peores condiciones para acabar de esa forma, tan maltratado y desnutrido, viéndolo de lejos, Olivia no sabía cómo el hombre conseguía mantener de pie.
Jonathan abandonó su lado para bajar del porche e ir a recibirlo y en cuanto Chester identifico a Jonathan, se fue en sus brazos, desplomándose sobre él y Jonathan lo atajó y cayó de rodillas con su cuerpo.
Chester se abrazó a él y todos vieron en silencio como rompía en llanto sobre su hombro y lo aferraba con fuerza, retorciéndole la camisa en su puño y sujetándolo cada vez más firme cuando pensaba que Jonathan se apartaría.
