—¿En qué piensas? Te has quedado muy callada.

—Nada en particular, solo recordando todo lo que ha pasado.

—¿Algún buen recuerdo?

—Muchos —contestó con orgullo—. Gracias a ti y a los Taylor, tengo muchos buenos recuerdos.

A Jonathan le hizo bien escuchar aquello.

Le acarició la mejilla, mirándola a los ojos y estudiando todos sus rasgos y lentamente, se inclinó hacia sus labios y los rozó con los suyos. La sintió jadear a la expectativa de un beso y no se sintió capaz de negárselo. Sus bocas se unieron sin apuro, con sus labios amoldándose entre sí y sus lenguas apenas tocándose. Le acarició la mandíbula y besó su mejilla al apartarse.

—Espero poder darte muchos más.

El viaje en el carro era agitado y lento, pero llegaron a la ciudad donde Abraham Lincoln vivía con apenas unos minutos de anticipación. Se detuvieron justo enfrente de la casa, era de dos plantas, con nueve ventanas hacia el frente de la casa. Las paredes eran de madera, pero el techo estaba hecho de ladrillos, así como la chimenea. Cuando Olivia descendió del carruaje, ayudándose de la mano de Jonathan para no tropezar, apenas pudo mantener su boca cerrada ante la belleza del lugar. No era una mansión ni estaba relativamente cerca de la belleza de la casa blanca donde Lincoln pasaría a vivir durante su presidencia, pero era acogedora, elegante y simple.

Estaba rodeada por unas cercas y tres escalones frente al pequeño portón que con suerte les llegaba hasta la cadera. Jonathan lo abrió para poder ir a llamar a la puerta y Olivia esperó cerca del carro.

Algunas personas parecían reunirse cerca de la casa como si esperara el momento en el que Lincoln asomara, otras simplemente circulaban y los miraban curiosos.

Cuando la puerta se abrió, Olivia solo pudo ver la espalda de Jonathan moviéndose mientras saludaba a alguien y estrechaban manos. Se acercó, un tanto indecisa y levantó la falda de su vestido para subir los escalones hasta llegar a la puerta y entonces allí lo vio, por primera vez y en carne en hueso; distinto a las estatuas y fotografías y aun así muy igual.

Abraham Lincoln era un hombre alto y delgado, su rasgo más característico sin duda eran los pronunciados pómulos y mejillas hundidas, que le daban un aspecto un poco cadavérico. Tenía una barba únicamente en su mentón y mandíbula, lo que dejaba sus labios al descubierto. Labios delgados, nariz ancha y ojos azules.

—Permítame presentarle a mi mujer, Olivia Morgan.

—Es un placer conocerlo, señor Lincoln —. Lo saludó con una pequeña inclinación y sonrió—. Ha sido muy amable de invitarnos a su casa.

—Era lo menos que podía hacer después de lo bien que el coronel Moore ha hablado de ustedes. Por favor, pasen.

Jonathan se pegó a la barandilla de la escalera para que Olivia pudiera ingresar primero y la siguió quitándose el sombrero al pasar junto a Abraham.

La casa era sencilla incluso en su interior, el pasillo llevaba a distintas habitaciones y a la escalera, pero, aunque le daba curiosidad recorrerlo todo, ellos fueron directamente hacia el salón, donde Abraham los invitó a sentarse en el sofá junto a la estufa.

—¿Cómo ha estado su viaje, señor Morgan? Tengo entendido que han recorrido una larga distancia para llegar a la ciudad.

—Así es, señor, venimos desde Minnesota, pero el viaje ha estado bien y la ciudad nos ha recibido con todas sus hospitalidades.

—Me alegro escucharlo. ¿Usted ha disfrutado el viaje, señora?

—Oh, sin duda alguna, nunca antes había visitado la ciudad.

Vidas cruzadas: El ciclo. #1 TERMINADA +18. BORRADORDonde viven las historias. Descúbrelo ahora