—No, señora Morgan, no lo estoy.

—Oh, bueno, seguro pronto lo estarás —dijo con seguridad y sin cabida para dudas—. Y veo que te has organizado muy bien en la casa, todo está tan limpio y organizado.

—No hago otra cosa que limpiar y cocinar.

—No esperaría menos —. Olivia se sentó en la mesa junto a ella y se contuvo de rodar los ojos—. Aunque siempre supe que lo conseguirías, eres una mujer muy inteligente y capaz, no como la pobre Marla.

—¿Cómo está Marla?

—Oh, te alegrará saber que su madre logró convencer a Hale de dejarla volver a la escuela y dejar el matrimonio para dentro de unos años. Es evidente que la niña aún no está pronta para ser buena esposa.

Dalia tenía razón, aquella noticia si la alegraba y aportaba a todo su matrimonio con Jonathan otro gran significado. Sonrió en lo que se terminaba su café y optó por comer uno de sus pasteles.

—¿Y cómo están las cosas con Jonathan? ¿Te trata bien ¿verdad?

—Es un caballero —aseguró—. Y se preocupa mucho por mantener la economía, últimamente está feliz por este nuevo trabajo donde le pagan bien.

—Y después de todo lo que pasaron en Louisville no me sorprende...Me llena de angustia simplemente imaginarlo. Pero no desesperes, estoy segurísima de que Jonathan cuidara bien de ustedes.

Dalia se quedó la tarde hablando de Jonathan y su infancia.

Al parecer la naturaleza aventurera de Jonathan lo acompañaba desde que estaba en pañales. Solía ser un niño de piedra; se caía e incluso aunque se le viera el hueso, era capaz de ponerse de pie y seguir jugando.

—Una vez, cuando tenía unos siete años salió a andar a caballo con su padre y lo que te cuento será ¿qué? ¿Su primera vez montando un caballo? No recuerdo, pero seguramente era su primera o segunda vez con un caballo y mientras iban por el bosque se cayó del animal y se rompió el dedo medio de la mano. ¡Crac! El hueso en dos partes ¿y puedes creer que no me enteré hasta unos días más tarde?

—¿Cómo? ¿No le dijo?

—No, él estaba lo más bien con su dedo colgando; ordeñó la vaca, disparó un rifle con su padre, fue a la escuela y todo, con su dedo roto. Me enteré nada más porque se le había puesto como morcilla —. Se llevó el café a los labios y rio con los recuerdos—. Es más, creo que, si lo miras ahora, todavía tiene el dedo un poco torcido. ¿No te digo yo? ¡Y nunca se queja de dolor! Nunca, nunca, solo una vez se me enfermó cuando tenía doce y pensé se me iba el niño, pero no, la pasó mal, pero sobrevivió.

En cierta forma, lo que Dalia le contaba, Olivia ya lo había visto.

Durante el mal tiempo que habían vivido en Louisville, Jonathan no se había quejado ninguna vez; ni de hambre, ni de sueño y mucho menos de dolor. Durante los días en la granja, él nunca se negaba a las tareas que ella le encargaba. Nunca se quejaba de la comida, incluso aunque esta fuera sencilla o solo fuera carne y frijoles como en Louisville. Era un hombre humilde que había crecido en una cuna de oro.

Dalia se marchó antes de que anocheciera y Olivia preparó la cena y comenzó a calentar tarros de agua para llenar la bañera. Los niños probablemente no se bañarían esa noche y esperaría al próximo fin de semana para eso, pero ella y Jonathan necesitaban limpiarse. Especialmente Jonathan que viajaba todo el día y venía de la ciudad.

Jonathan llegó para cenar y como ya era costumbre, Luke se llevó el caballo al establo en lo que Olivia asomaba al recibidor para saludarlo y Jonathan la besaba como si quisiera devorarla entera en esa misma sala.

Vidas cruzadas: El ciclo. #1 TERMINADA +18. BORRADORWhere stories live. Discover now