—Por supuesto, señora, siguiendo el pasillo detrás de la puerta hacia la última oficina.

Le agradeció y se llevó a los niños con ella para ir en su búsqueda. Llamó a la puerta con sus nudillos, bastante tentada a simplemente irrumpir y cuando una voz inconfundible le llegó del otro lado, ingresó.

—Señor Moore, justo le mencionaba a mi esposa, permítame presentársela. Olivia, este es el coronel David Moore.

El hombre que se encontraba sentado frente al escritorio de Jonathan se puso de pie y se quitó su sombrero a juego con su uniforme para saludarla.

—Señora, es un gusto conocerla tras haber escuchado todas las grandezas que su marido ha dicho de usted.

—¿En serio? Muchas gracias, coronel Moore.

David le sonrió, saludó a los niños con un gesto y finalmente se colocó su sombrero y estrechó su mano con la de Jonathan para marcharse.

—Muchas gracias por su ayuda, señor Morgan, tendré en cuenta su pedido y me aseguraré de escribirle con noticias una vez anunciados los resultados.

—Gracias, coronel, que tenga un buen viaje.

Jonathan cerró la puerta de su oficina y se regresó hacia ella sonriendo con grandes noticias para compartirle, pero dejó de hacerlo al encontrarla con una mirada furiosa que no había estado ahí minutos antes.

—¿Hice algo mal?

—Lee esto —demandó y prácticamente le lanzó el periódico—. Léelo y dime que piensas porque yo estoy furiosa.

Miró la primera hoja y alzó sus hombros, inseguro de que decir.

—Supongo que los precios para la publicidad si son algo costosos. ¿Sesenta dólares por una columna durante un año?

—¡Eso no, genio! La segunda columna.

—Oh —. Leyó y rápidamente su expresión cambió—. Oh.

—¿Ves? ¿Te parece correcto? Los estarán vendiendo como animales y solo Dios sabe lo que les sucederá. Debemos hacer algo, Jonathan.

—¿Hacer algo...? No, no, imposible —. Le regresó el periódico y fue a sentarse—. ¿Tienes idea del precio que pondrán por cincuenta negros?

—No los llames así.

—Por esas personas entonces. No podemos pagarlo.

—Entonces ayudémoslos a escapar o algo.

Jonathan comenzó a reírse.

—Olivia, comprendo tu molestia, pero no les estaríamos haciendo un favor. Si escapan y luego los encuentran, directamente los mataran.

—Bien, entonces compra a los que puedas y libéralos.

—No es tan fácil.

—Jonathan, por favor —. Él volvió a negar—. Bien, lo haré yo sola entonces.

—¿Y con qué dinero planeas pagar exactamente? Lo que te di para las calabazas no te alcanzará ni para un niño...incluyendo el viaje hasta Richmond por supuesto.

Se detuvo antes de llegar a la puerta y cerró los ojos y puños. Sabía que lo que pedía no era exactamente sencillo y que Jonathan no contaba con los medios para liberar a todas esas personas, pero no hacer nada se sentía demasiado mal y cuando veía el periódico e imaginaba el miedo en los niños y sus padres, las ganas de llorar comenzaban a ganarle.

Se giró y lo miró.

—¿Cómo dices?

—Richmond Enquirer...En Virginia a ¿cinco meses a caballo de aquí?

Vidas cruzadas: El ciclo. #1 TERMINADA +18. BORRADORDove le storie prendono vita. Scoprilo ora