Creo que jamás me adaptaré a esos ojos suyos, tan intrusivos como hermosos, para serme sincera, espero que sea así.

Hago el ademán de contestar, pero Helios aparece de la nada dándome palmaditas en las rodillas. Enseguida levanta los bracitos pidiendo que lo alce y eso es lo que hago luego de pasarle la copa a Eros. El niño se acomoda en mi regazo con una soltura que me saca una risa, sin decir nada, apoya la cabeza encima de mi pecho y se queda allí, en silencio, moviendo los pies de arriba abajo, le rodeo con el brazo, evitando que pueda irse hacia atrás, dónde su hermano mayor está sentado, mirándole con los labios torcidos.

—Me siento, no lo sé, ¿feliz?—le susurro dudosa, Eros traslada los ojos a mí, deshaciendo el gesto inconforme.

—¿Lo dudas?

Niego con la cabeza, tomando los deditos del niño en los míos, observando los restos de crema del pastel que ha venido pellizcando con Eroda, le quedan en las uñas como prueba de que han sido ellos y no Ulrich, como le había acusado Agnes, los que destrozaron el trabajo de Lulú.

—No, solo que todavía no decido si es correcto.

Él entiende de inmediato mi controversia. No son ellos, es él. ¿Debería sentarme fatal el que me sienta plena cuándo no resolvemos lo que ocurrió? Si es así, me estoy fallando enormemente, pero no puedo evitar mis emociones, estoy cansada de juzgarme por todo y por nada, deseo poder sentir sin pensar o analizar cada mínima cosa, cada movimiento, sentimiento o decisión.

Eros salió de prisión, pero yo sigo condenada a la misma disyuntiva que me persigue desde hace casi dos años atrás.

Mi pecho se constriñe al atisbar algo que descifro como pesadumbre en sus orbes. Mantiene la vista encajada en mis ojos, profundo, intenso y con tanto por decir que las palabras nunca calzarían. Su mirada me dice eso que su boca resguarda, y puede que me falte el juego de tornillos entero, pero puede entenderle, puedo comprender cada cosa que transita por su mente.

El 'yo también te amo' se pierde en su camino a mi boca, desvío la mirada porque estoy segura, ha encontrado la vía a mis ojos.

—Ponlo en el piso, te quiero abrazar sin obstáculos—pide como un caprichoso, apuntando a Helios.

Le apego con más fuerza contra mí.

—Abrázanos a los dos, ¿o te da miedo?—devuelvo, extendiendo una sonrisa que él replica por reflejo, pero borra al instante—. ¿Te asusta un bebé? Que cobarde, Eros Tiedemann.

—Eros Herrera-Tiedemann—me corrige, mi corazón se alborota, no me es usual escucharle usar mi apellido, la parte oscura de mí, esa que existe para amargarme la vida, le agrada como a un loco sin razón que lo tenga.

Eros intenta agarrar al niño, Helios siente las manos de su hermano, voltea el rostro arrugando la carita. Eros lo levanta un poco, pero ni yo ni los manotazos que el chiquillo le da en las manos le permiten avanzar. Helios demostrando que es más inteligente que su hermano, se cambia a mi otro muslo, subiendo las piernas al otro, como si se preparase para dormir. Eros le toma los tobillos, lo zarandea sin ser brusco, causando que el niño chille y se remueva exigiendo que lo libere.

—Déjalo en paz—le reprendo pegándole una palmada en el brazo.

Eros resopla pero obedece, colocando un brazo detrás de mis hombros. Se comporta como se supone que Helios debería.

Du nimmst meine mutti weg, Jetzt willst du mir meine Frau wegnehmen—le pellizca la nariz y se atreve a moverle la cabeza de un lado a otro—. Ich werde dich wieder auf den Kopf stellen.

« Me quitas a mi mamá, ahora pretendes quitarme mi mujer. Te pondré patas arriba otra vez»

—¿Qué le has dicho?—inquiero al notar la hosquedad en su voz—. Lo que sea, no le hables así, es pequeño, lo puedes asustar.

The Right Way #2 Where stories live. Discover now