Se colocó su delantal de cuero, agarrando un bisturí.

―¿Qué le vas a hacer?

―No lo sé ¿Probamos que puedo hacerle?

Miré a la chica, ella me observaba buscando ayuda, se me revolvió el estomago y los escalofríos subieron desde mis pies hasta mi nuca. Me reflejaba en ella, me veía en ella, y en algún minuto yo sería ella.

―Ustedes se parecen mucho. Eso es algo hermoso, lastima que ella tenga el cabello marrón y tú rojo como a sangre que brotará de su cuerpo.

Lo observé.

La mano de Anthony recorrió el cuerpo de la chica, tocándola. Miré al techo. De reojo la miré de nuevo, las lagrimas no permitían que abriera completamente sus ojos, pero ella me veía.

―Esta serías tú, Christine, pero escojo no dañarte―apretó sus muslos. Metiendo su mano en su entrepierna―, pero no lo hago... porque te amo.

Comenzó a cortar toda la ropa de la chica, dejándola completamente desnuda en la mesa de metal. Prendiendo la luz encima de ella, para verla mejor.

―Por favor, que no sufra.

―Para eso tiene anestesia, solamente sentirá que dormirá. Mientras tú ves la realidad.―Ven, quiero mostrarte como se caza a una persona.

―Estoy bien desde aquí.

Respiró profundamente, observándome.―No lo voy a repetir de nuevo, ven aquí.―Subió la voz, cerrando sus puños con fuerza.

Di un paso hacia atrás, alejándome de él.

―¿En serio quieres comenzar ahora?

Me negué. Caminé hacia él, aceptando lo que decía. Me enterraba las uñas en los dedos, quería llorar.

―Toma―me extendió el bisturí―córtala tú.

Sujeté el mango metálico con fuerza, viendo el cuerpo desnudo de aquella chica. Sentía que me iba a desmayar, mi cuerpo solo seguía las ordenes que le daban. Pero no podía.

La voz de Anthony de escuchaba lejos, me quitó el bisturí de las manos e hizo el corte en el abdomen, abriéndolo completamente en mi cara. Un perfecto corte, levantando una enorme capa de piel revelando sus órganos aun con vida. La sangre brotaba a la perfección en aquel corte, sin daños aparentes.

Lo miré por encima de mis hombros, no podía hacer lo que sea que siguiera después de esto.

―¿No querías pinturas?

―No de esta forma, no me gusta ver el trabajo sucio.

―¿Quieres ser la que está en la camilla? Bien, pero te haré sufrir. No tendré piedad contigo.

―¿Por qué con ellas sí?

Me abrazó, tocándome la espalda. Susurrando en mi nuca. ―Porque siempre he deseado hacerlo, pero eres lo más valioso que tengo.

―No destruyes lo que amas.

―Nunca dije que te amara, Christine. Del amor al deseo hay una puerta muy grande, y solo hay una llave para los sentimientos.

Me separé de él, dispuesta a irme del lugar. Quería vomitar.

Sus manos me sujetaron del cabello, arrastrándome de vuelta al puesto inicial.

―¿En serio crees que no te amo? Por favor, Christine, era broma... ―besó mi mejilla― Eres lo que más amo.

―Quiero salir de aquí, quiero ir arriba.

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