Gustabo siempre ha tenido una debilidad física por hombres fuertes, mayores y dominantes. En contraste, su amor reprimido siempre ha anhelado a alguien cariñoso, tierno... Alguien como Horacio, a quién siempre ha pensado que no puede tener.
Si al v...
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—Fue incluso peor que cuando despertó tras meses sin ser él. Antes, por lo menos, sabía que Pogo era el demencial. Pero no, Horacio. Gustabo es quien perdía el control. No de la misma forma, claro. Yo le vigilé y jamás atentó contra nadie más que sí mismo.
Horacio entendió lo que el mayor insinuaba. —¿Gustabo trató de...?
—Algo así.
"Una noche que le obligué a dormir en mi casa, desperté para encontrármelo desvariando, tirado en el suelo. Se había tomado más pastillas de las requeridas. Lo supe de inmediato, porque tenía aferrado en una mano el frasco vacío de las píldoras.
—¡Gustabo! ¿Qué mierda...?
—Ya no va a aparecer —murmuró. Tenía los ojos entrecerrados y una débil sonrisa—, no más. Me aseguré de eso.
—¡Pero qué coño has hecho!
—Nada... Ya pasará. Pero espero que no pase tan pronto, o tendré que tomar otra dosis... Para que ya no aparezca.
—¿Cuántas pastillas te tomaste? ¡No, no, mírame! Hijo, ¿Cuántas pastillas?
—No sé. Las necesarias, espero.
Llamé a una ambulancia. Mientras esperaba, intenté que Gustabo se incorporara. Logré sentarlo y que apoyara la cabeza en mi hombro. Respiraba lentamente, como si tuviese la nariz congestionada producto de una gripe. Balbuceaba frases que yo no podía entender bien.
—La ambulancia viene en camino.
—¿Ambulancia? —Preguntó, con el ceño fruncido. Noté que sudaba frío y que sus manos temblaban—. Ah... Ambulancia. ¿La de la última vez?
—¿Cómo?
—Que si es la misma —insistió—. La de los barrotes gruesos... Diles que no quiero la aguja, ni las cuerdas.
—Gustabín...
—¡DILES!
Pataleó. Movió la cabeza adelante y atrás con frenesí. Me vi obligado a reducirlo; le rodeé los brazos y lo mantuve pegado a mi pecho con fuerza.
—Yo se los diré, relájate.
—¿Se los dirás?
—Sí, Gustabo.
—Vale. Pero que no lo hagan.
—No lo harán, te lo prometo.
Perdió el conocimiento al poco rato. Se hizo el proceso de manual. Lo transportaron en camilla hacia el hospital y le lavaron el estómago. Estuvo dormido aproximadamente ocho horas y, cuando despertó, no se me permitió verlo hasta que uno de los psicólogos hablase con él. El psicólogo que le atendió me dijo que Gustabo confesó haberse intoxicado por accidente. Que su intención no era suicida. Lo que quería era prevenir el regreso de Pogo, mantenerlo a raya. Se le preguntó si la razón de su sobredosis se debía a alguna manifestación de Pogo, a lo que respondió que no estaba seguro. Que tan solo -se sentía extraño- y que él supuso que se trataba del payaso.
