Capítulo 51

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UNA BENDICIÓN
|Sara Stone|

 
Entré al baño y vomité  sin poder evitarlo. Estaba destrozada, joder, y el malestar era demasiado molesto. Agradecí poder volver a casa temprano, pero si no hubiera sido por él... Si él no hubiera aparecido frente a mi puerta yo no estaría así.

«¿Qué hacer el amor con otro se sintió bien?», vaya estupidez había salido de mi boca. Pero no pude evitarlo. Quería joderlo, quería destrozarlo como él había hecho conmigo; sin embargo, eso no era muy propio de mi.

Tomé mi celular y marqué su número, pero de nuevo él no atendió. Sabía que no le debía ninguna disculpa, pues mi vida era mía y de nadie más. Aun así,  el hecho de verme con su mejor amigo lo destrozó por completo y no podía evitar sentirme como una mierda de persona.

Ese día me monté en su coche contra su voluntad y no tuvo más opción que llevarme a casa. Todo el camino estuvo lleno de silencio e incomodidad y aunque intenté disculparme varias veces, él me cortó el rollo, así que no insistí más en el tema. Debía encontrar el momento adecuado.  Sabía qué había sido por poco tiempo, pero su amistad era muy valiosa. Su único error fue haberse enamorado de mi.

Al día siguiente pedí el día libre, pues amanecí hecha un asco. Las náuseas eran incontrolables y no podía evitar vomitar con cualquier aroma matutino.

— Deberías ir al doctor — comentó mi madre un poco alarmada  — No es normal tanto malestar.

— Ya se me pasará, mamá.

— Iré a la farmacia por algunos medicamentos. — dijo ella.

— Yo iré — intervino Julieta. — No tengo nada mejor que hacer ahora que Fátima está yendo a la guardería.

— Y yo sigo intentando descubrir por qué la mandaste a la guardería. — respondí.

— Ya vengo. — dijo sin rechistar.

Tanto mamá como yo la miramos sorprendidas, pero no la cuestionamos, simplemente la dejamos ser.

Mi madre se fue a la pastelería después de cerciorarse de que estuviera realmente bien y yo me preparé un chocolate caliente y me puse a ver una película mientras esperaba a Julieta, quién tardó en llegar de la farmacia.

— Tardaste. — dije al verla entrar por la puerta.

— Demasiada gente — me entregó la bolsa de medicamentos y comencé a revisarlos, pero me detuve en uno en particular... Y no era un medicamento.

— ¿Y esto? — pregunté desconcertada.

— No creas que soy idiota, Sara — respondió — Reconozco los síntomas, pues te recuerdo que ya pasé por eso.

— Eso es imposible — dije nerviosa y sentí cómo el pánico se apoderaba de mi en un santiamén.— Yo no... No puedo... Es imposible.

— ¿Recuerdas cuando fue la última vez que tuviste tu periodo? — preguntó — ¿O es que acaso no has dormido con ningún hombre últimamente?

— No puede ser posible, por qué...

Salí corriendo directo al baño para vomitar de nuevo, pero está vez de la impresión. Cerré la puerta con seguro y miré atentamente la prueba de embarazo que sostenía entre mis manos.

Esto no podía ser posible, siempre fuimos cuidadosos, jamás dejamos de usar protección. Esto debía ser un error...

— ¡Mierda! — maldije en voz baja al recordar aquel día en el que nos dejamos llevar por el deseo en nuestra noche de despedida. —¡Mierda! ¡Mierda! ¡Mierda!

LA CHICA DESASTRE ©° Donde viven las historias. Descúbrelo ahora