Capítulo 7

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TORPEZA ANDANTE
|Sara Stone|

Regresamos a Córdoba después de asistir a tres conferencias más y me sentía muy feliz, pues el señor Pereira me había dado la oportunidad de demostrar una pequeña parte de todo lo que podía ser capaz de hacer. Al final no decidió hacer negocios con Beautiful Style, puesto que la empresa no ofrecía el estimado esperado. Claro que rendiría ganancias, pero muy a largo plazo e Innate Beauty lo que necesitaba eran resultados inmediatos.

Aún así y a pesar de todos mis esfuerzos, mi chistesito sobre la enfermedad de transmisión sexual que me inventé aún no estaba olvidado y eso el Señor Pereira se encargó de dejármelo bastante en claro todo el camino de regreso a la oficina.

— ¡Debió leer los apellidos! — Farfulló — Hay una gran diferencia entre un Leonardo Pereira a un Leonardo Stone.

—Si, señor.

—Debió citarme en privado, no frente a la gente. ¡Que eso es sentido común!

—Lo siento, señor.

—¡¿Qué clase de hermano tiene?!

—Un total zorro, señor.

— ¡Ya deje de responderme!

— ¡Si, señor!

—¡¿Acaso me gritó!?

—¡No, señor!

—¡Deje de responderme!

Y así continuamos todo el viaje. Él gritándome y yo guardando silencio, Esteban con sus audífonos puestos y el chófer con cara de querer matarse.

Una vez que volvimos, no tardé en acudir con la señorita Amelia en su auxilio. Cumplí mi labor de impedir a toda costa que el señor Pereira le fuera infiel, así que ella debía ayudarme a no ser despedida.

—¿Y no cree qué vaya a despedirme después de todo lo que hice?

—Él tiene prohibido despedirte. Es una condición mía que él no puede pasar por alto. Hagas lo que hagas, él no puede hacerlo.

—¿Puedo preguntar otra cosa?

—Lo que quieras, Ana.

—Si gracias... Soy Sara — murmuré — Verá ¿Por qué me escogió a mi? ¿precisamente a mi?

—¿A qué te refieres?

—Me encontró en la calle y me dio el empleo. ¿Qué tal si resultaba ser una mala persona?

—No te escogí al azar — me miró detenidamente — Yo sabía quién eras y a que te dedicabas.

—¿Qué? — pregunté desconcertada. Eso sonaba turbio  — No entiendo...

—Encontré tu currículum entre los archivados. Esta claro que te postúlate al menos cinco veces en los últimos tres años — suspiró — Esa carita que tienes no se olvida fácilmente. Si por mí fuera, yo te habría contratado, pues tú formación es excelente.

—¿Y qué paso?

—No estábamos contratando en tu área – respondió — Y supongo fuiste considerada como secretaria para Leonardo, pero por si no lo sabias, él mismo se encarga de escogerlas. Seguramente fue él quien archivo tu currículum varias veces. No te sientas mal, ninguna secretaria le ha durado más de dos meses y supongo que solo era en lo que el muy desgraciado se aburría de ellas.

—Ya veo...

—Investigué tu ubicación y justo el día que fui a tu barrio te encontré sentada en una banca del parque. Eso fue todo.

—Oh... Gracias — respondí entusiasmada — De verdad agradezco que me haya dado la oportunidad. No la voy a defraudar.

—Eso espero.

—Le aseguro que su novio solo se acostara con una sola mujer por el resto de su vida.

—No tenías que ser tan específica. Ya puedes retirarte.

—Si y gracias de nuevo — comenté mientras caminaba a la salida — De verdad muchas gracias.

—No azotes la puerta.

—¡No lo haré y gracias!

Debía hacer cualquier cosa para cumplir con sus expectativas y así mismo poder conseguir un gran puesto en la compañía.

Llegué a mi puesto de trabajo, pero como era de esperarse, él ya me estaba llamando.

—Quiero todos los documentos de las conferencias guardados en el archivero por orden alfabético.

—Pensé que podía irme a casa, como acabamos de volver y la verdad es que me urge una du... cha.

Me miró detenidamente a los ojos y capté de inmediato la advertencia que intentaba darme. Salí por los documentos y de nuevo volví a su oficina para ponerlos en el archivero. Cuando terminé me dispuse a salir de ahí, pero di un paso en falso pisando mi propia falda que provocó cayera hacia atrás. ¡Santo golpe iba a darme! O, no. Sentí una mano sostenerme por la cintura evitando así que yo terminara en el suelo y lo siguiente que vi fueron sus ojos mirándome con una gran sorpresa.

No duramos mucho tiempo así, pues él al darse cuenta de la posición en la que nos encontrábamos y en un reflejo suyo terminó por soltarme, siendo así, que yo terminara cayendo directo al suelo como debía ser desde un principio.

—¡Auch! — me quejé sobándome el trasero — No tenía por qué soltarme tan bruscamente.

—Me gustaría que cuando pasé a un lado suyo, evite caerse — gruñó pasando por mi lado — No soy un tipo el cual la estará rescatando constantemente.

— ¿Lo... siento? — pedí sacada de contexto.

—Si ya terminó, vuelva a su puesto de trabajo hasta que yo necesite de sus servicios.

—Si, señor...

Gruñón.

—¿Dijo algo?

—No, nada — respondí nerviosa y salí a toda prisa de ese lugar.

Volví a casa a eso de las ocho de la noche y como siempre Julieta no estaba, mamá cuidaba de la niña y papá se encontraba trabajando en la pastelería. Mandé a mi madre a descansar y yo me quedé con Fátima mientras veíamos películas, bueno, yo terminé perdidamente dormida. Estaba exhausta.

LA CHICA DESASTRE ©° Donde viven las historias. Descúbrelo ahora