PARTE ll

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CELOS
|Leonardo Pereira|

Diseñadores por todos lados, un grupo de jazz instalando su equipo en el balcón para esta noche y mi madre hecha un manojo de nervios. La razón de mi estancia aquí se debía al anuncio sobre mi futuro matrimonio que mi madre estaba por realizar. Una noticia ante la alta sociedad.

Una hermosa mujer envuelta en un vestido rojo bastante revelador bajaba por las escaleras sostenida de mi brazo. Varios hombres se la comían con la mirada y eso no me importó. Jamás había celado a Amelia, ni una sola vez. Yo sabía lo hermosa que es, sabía que los hombres fantaseaba con ella y jamás me molestó tal hecho. Al contrario. Me hacían sentir un ganador, que yo sería el hombre que la disfrutaría toda la noche. Ella era mi trofeo personal.

¿Y qué pasaba con los trofeos?

Aburren, ya no parecían ser suficiente. Al pasar el tiempo buscas uno nuevo, uno mejor.

Disfrutamos de la velada lo más serenos posibles. Si reproches, sin celos y sin malos tratos. Amelia se contuvo ante varios coqueteos descarados de alguna que otra ex amante mía. Un punto a su favor.

El anuncio no sorprendió a nadie, ya todos esperaban está unión que se veía más forzada por el interés que por el amor. Esa era la realidad.

— Soy tan feliz amor. El hecho de que pronto me convertiré en tu esposa y en la única mujer de tu vida me hace sumamente feliz — dijo regalándome un dulce beso en la mejilla.

No pude responder, así que solo asentí y dejé que se expresara como ella deseaba.

El resto de la noche no la pasamos recibiendo el hora buena de la mayoría de los invitados. Donde la hipocresía inundaba el lugar y las malas lenguas hacían de las suya.

Sin duda eso no podía faltar.

[...]

Una vez que terminamos la jornada laborar, fuimos directo a mi departamento para detallar algunos asuntos para la firma de contratos que tenía con Alemania la siguiente semana.

—No olvide imprimir los archivos.

—No lo haré señor —respondió — De por hecho este trato ya realizado.

—No alarde de más, señorita Stone.

—No, perdón.

Fui a la cocina a preparar un poco de café. No pensaba arriesgarme nuevamente con Sara. Esteban no tardó en alcanzarme.

—¿Por qué no estás trabajando? — pregunté.

— Es que hay algo que no deja de darme vueltas por la cabeza.

— ¿Qué es?

— Hoy en la mañana el ex de Sara apareció en la misma cafetería en donde estábamos desayunando — comentó y capturó mi atención de inmediato — Joder, el tipo es un galanazo. Y pensé: «No podré superarlo»

— No sabría decirte, puesto que no lo he visto.

— Mira, lo busqué en sus redes sociales — dijo señalándome una foto desde su celular.

LA CHICA DESASTRE ©° Donde viven las historias. Descúbrelo ahora