Capítulo 52

16.1K 1.7K 579
                                    

SOLUCIÓN
|Leonardo Pereira|

 
Ya habían pasado tres días desde que Sara no se presentaba a trabajar por supuestas cuestiones de salud y yo no podía evitar sentirme jodidamente culpable por ello. Necesitaba verla y pedirle perdón por no poder ser lo que ella esperaba, por no corresponder a sus sentimientos como era debido.

Si bien sus palabras me habían dejado destrozado, poco después comprendí que ese era su propósito para hacerme pagar cada una de mis canalladas. Me lo merecía y sufrí por ello, pero era momento de arreglar todo esto de una vez por todas.

—Leo, el próximo fin de semana será la prueba de banquetes — comentó Amelia entrando a mi oficina de golpe — También será el día que recibiremos los regalos de nuestra boda...

—¿Qué carajo pasa contigo? — respondí levantándome furioso de mi asiento — No puedes evitarme por días, prohibirme la entrada a tu despacho e ignorar mis llamadas para después venir a mi oficina como si nada hubiera pasado. Y mucho menos debiste esconderte tras las faldas de mi madre, Amelia.

—No sé de que hablas.

—Si sabes y también sabes que tenemos que hablar.

—No hay nada de que hablar, sólo venía a informarte — respondió — Toda esta situación de mierda solo es un berrinche tuyo porque ya sientes la presión de nuestra boda.

—No es un berrinche — respondí intentando mantenerme sereno.

—Lo solucionaremos — dijo — Así como llevamos haciendo por años.

—Busquemos terapia, Amelia — dije mirándola seriamente a los ojos. — Ambos. Se que juntos saldremos de esta.

—Yo no necesito terapia — gruñó interrumpiéndome. — Más bien tu eres el único que la necesita por haberte metido con... Esa mujer.

Salió molesta de mi oficina y yo no hice el amán por seguirla, no me apetecía. Si no quería escucharme, yo tomaría las riendas de este asunto por mi cuenta.

Por fin había terminado unos pendientes que llevaba acumulando desde hacía un par de semanas y cuando llegó la noche me dispuse a ir directamente a mi departamento, pero en un arranque de conciencia terminé por desviarme de mi camino.

Llegué a su departamento, pero no tardé en darme cuenta de que no se encontraba ahí. Así que salí a buscarlo a dónde sabía que podría estar.

Las canchas de fútbol de nuestra antigua universidad se mantenían abiertas hasta las 12 de la madrugada y cada vez que Esteban sentía que el mundo se le caía encima, acudía a este lugar. Lo encontré pateando el balón hacia la portería, sin embargo, eran tiros mal direccionados; pues no acertaba ninguno. Me miró llegar, y dicha mirada estaba cargada de un coraje inminente. Jamás me había mirado de aquella manera tan repulsiva.

—¡Lo estás haciendo mal! —  grité para que fuese capaz de escucharme.

—¿Qué pasa? — preguntó agriamente — Ya vienes a quitarme cancha. Es eso, quieres dejarme sin nada.

Me puse a su lado con un balón en mano y lo pateé calculando la dirección. Cómo siempre, no podía fallar.

—Idiota — murmuró por lo bajo.

LA CHICA DESASTRE ©° Where stories live. Discover now