El vestido que traía era el mismo que le habían dado en la granja hacía unos siete meses. No tenía esas faldas abultadas que solo usaban las mujeres de clase alta o media/alta, era sencillo, no usaba una enagua con aros o la , sus tres enaguas que iban debajo del vestido para darle volumen estaban hechas únicamente de algodón y debajo de las enaguas y el corsé tenía la misma camisa que llevaba usando para dormir desde hacía siete meses y los mismos pantaletas de algodón abiertos entre las piernas que iban por sobre la camisa blanca y que aunque debían ser como una tanga, parecían más bien unos pantalones hasta las rodillas. En resumen, su ropa estaba sucia y reflejaba su situación económica con letras mayúsculas.

Olivia notó como Jonathan contuvo la respiración a su lado cuando una mujer asomó al porche de la enorme mansión al final del camino. A diferencia de Olivia, el vestido de esta mujer si poseía una falda más amplia, pues estaba montado sobre unas enaguas con aros que le daban una forma acampanada y hacían que se moviera con gracia. Estaba limpió (lo cual no era sorpresa ninguna) y era refinado, esto se mostraba no solo en el corte del vestido y los bordados que adornaban la tela, sino en el hecho de que cubría todo hasta los pies de la señora Morgan, lo cual una mujer trabajadora no habría usado pues era demasiado incómoda para las largas y complejas labores.

—¿Es tu madre?

Jonathan asintió sin palabras para expresar sus emociones en esos momentos y cuando aquella mujer comenzó a correr hacia ellos, se quitó el sombrero y rápidamente peino su cabello.

Dalia Morgan era innegablemente la madre de Jonathan, tenían los mismos ojos grises y la misma sonrisa encantadora y deslumbrante que podía poner a cualquiera a sus pies. Dalia también era una mujer de ya cuarenta y nueve años, pero se veía fuerte y joven como a sus veinte.

—¡Dios santo, Dios santo ¿sí eres tú?! ¡Mi hijo!

Se desplomó en los brazos de Jonathan al alcanzarlo y lo apretó contra su pecho como si aún fuera un niño de seis años que necesitaba de su madre y él, en ningún momento la rechazó. Jonathan seguía necesitando de su madre.

—Dios, mírate, cuanto has crecido, mi pequeño. Ya tan fuerte y tan grande —. Le apretó los brazos con sus delgadas manos y se río al sentir la firmeza debajo de la ropa—. Mi muchacho es todo un hombre. Le dije a tu padre que volverías, yo lo sabía...Podía sentirlo en mi instinto de madre ¿sabes? Oh, mi amor, lo que te he extrañado.

—También te extrañe, madre.

Dalia se refugió en su pecho, abrazándolo aún más fuerte y por largos e incluso interminables minutos, sin importarle lo sucio o apestoso que estuviera. Se apartó, le sujetó el rostro, sonrió con orgullo al ver el hombre en el que se había convertido y volvió a abrazarlo y el mismo proceso repitió durante un rato, hasta que su atención finalmente cambió hacia Olivia y los niños y sus ojos se ampliaron.

—Dime que es tu esposa, Jona, por favor dime que esta hermosa mujer es tu esposa y estos son tus niños.

—No madre, Olivia es una amiga y los niños son adoptados.

Dalia dejó caer sus hombros decepcionada y le lanzó una de esas miradas de madre que lo maldecían en diversos idiomas por ser un hombre tonto y dejar escapar a una mujer como Olivia. Oh, Dalia tenía un don especial y podía reconocer a una buena mujer cuando la veía.

—Debo decir que si está un poco flaca.

—Madre... —reprendió Jonathan y Dalia se rio.

Fue un poco incomodo en un comienzo cuando se vio bajo el escrutinio de Dalia y no supo cómo pararse o que decir.

—¿Cuánto han viajado? ¿De dónde vienen? ¿Qué ha sucedido en todos estos años? Oh, Jona, debes contármelo todo, ambos deben contármelo todo. Soy Dalia, por cierto, ¿Cómo te llamas, cielo?

Vidas cruzadas: El ciclo. #1 TERMINADA +18. BORRADORDonde viven las historias. Descúbrelo ahora