Agradeció la consideración con media sonrisa y le sirvió la comida en la mesa y llevó tres platos para los niños. Cuando volvió, Jonathan ya le había servido a ella y esperaba a que se sentara a su lado para comenzar a comer.

—Puedo vender los caballos. Me darán una buena parte por ellos, especialmente mi Shire y además nos ahorraremos los dos dólares que pago cada semana para mantenerlos en el establo.

—No, sé que tienes un gran aprecio hacia ese caballo y el Tennessee pertenecía a James, así que no pienso venderlo. Además, los necesitaremos en caso de tener que viajar largas distancias.

—Probablemente tengas razón y es una mala idea —. Comieron en silencio mientras pensaban en posibles soluciones—. Puedo conseguir otro empleo durante la noche.

—¿Y dormir cuándo? Ya te dije que no te hará bien. 

—Con una hora en las madrugadas me sería suficiente y al menos así los niños no tendrían que trabajar.

—Morirás antes de acabar el año y entonces será lo mismo que la nada, pues yo no puedo sola, no con esta vida.

Y otra vez ella parecía tener la razón y Jonathan solo seguía pensando en posibilidades mientras comía y contaba el dinero que tenían. Treinta y un dólares. Veinte se les iría en la comida de esa semana, ocho eran para pagar la renta de esa semana y otros dos para pagar por el hospedaje de los caballos por esa semana. Les dejaba tan solo un dólar con el que podían comprar algo de carne extra si quería. Aunque no la mejor carne.

Dejó la mesa para recoger los platos por Olivia esa noche y cuando terminó, se detuvo a su espalda y acarició su hombro. Inclinó su cuerpo para darle un beso en la cabeza y se quedó allí, acariciando su piel con sus labios y reconfortándola.

—Ve a dormir un rato y con suerte las cosas mejoraran en la mañana.

Pero no lo hicieron.

En la mañana trabajaron, rodeados de excremento y cenizas y un numeroso grupo de otras personas en la misma situación que ellos. Jonathan debía vaciar los contenedores de cenizas y carbón, llevarla al depósito, donde debía usar un palo para pulverizarla y conseguir que se filtrara por un cernidor hacia el interior de una bolsa. Y ese proceso debía repetirlo al menos unas treinta veces por día. Todos los días. Su cuerpo terminaba tan cansado algunas veces, que moverse era difícil y dormir en el piso de la cocina no ayudaba. Pero él no se quejaba y hacía lo que tenía que hacer para poder ganar su parte y ayudar a Olivia.

Esa noche cuando el turno terminó, se detuvo junto a Olivia con los niños para esperar que le pagaran, pero solo a ella le pusieron cinco centavos en la mano.

—Le pagaremos a usted y a los niños al acabar la semana. Veinte centavos a los adultos, dos centavos por niño.

—Pero yo ganaba veinte centavos por día.

—Ya no más —anunció el hombre sin importancia y continuó repartiendo el dinero únicamente a aquellos que recogían excremento.

Olivia dirigió sus ojos hacia Jonathan y controló su respiración antes de acabar en una crisis. Eso cambiaba drásticamente su economía; ya no les alcanzaba para comer todos los días y el dinero que hicieran al acabar la semana, debían dividirlo entre la renta y los alimentos.

La matemática no les daba.

Cuando llegaron a la casa, Jonathan fue el último en entrar y lo hizo azotando la puerta con fuerza. Ella se pegó al rincón de la habitación, con los niños abrazándola y lo observó desde la distancia. Jonathan apoyó ambas manos en la mesa y encorvó su cuerpo con los hombros tensos y la respiración acelerada. Parecía que iba a calmarse, pero por el contrario terminó pateando una silla en el reducido espacio y lanzó sonoros juramentos que pusieron a Adrian a llorar.

Vidas cruzadas: El ciclo. #1 TERMINADA +18. BORRADORWhere stories live. Discover now