Final: Like you do

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¿Era su culpa? Sí. Lo era, lo sabía, era su maldita culpa y saberlo dolía hasta el carajo, se sentía vacío, devastado, derrotado, en un puto infierno... La única parte de su vida que había valido la pena vivir se había esfumado como el humo del cigarrillo que estaba entre sus dedos y no iba a volver jamás, en ese momento había gritado tanto en el hospital que se quedó sin voz, las flores salieron con violencia asfixiando todo su ser, lloró hasta que sus ojos se hincharon y el dolor persistía y resistía negándose a abandonar su miserable ser.

Había perdido a la única persona que no podía perder y los escalofríos en su cuerpo no lo dejaron en paz ni un sólo momento.

"Surgieron complicaciones durante la cirugía" eso era lo que había dicho el medico cuando llegó dando varios traspiés mientras se recuperaba brevemente de su colapso "Hicimos todo lo que pudimos, lamentamos su pérdida". Dolía, toda su alma sangraba con ardor y se negaba a creerlo, no, Koushi no. No lo merecía, aquí el único bastardo que merecía morir era él, él era quien había arruinado todo, él quien había sido tan idiota y tan hijo de perra que no merecía clemencia. No era justo, no, no, no podía haber perdido a la única persona que lo había amado tan ciegamente, que lo había aceptado con todo y sus defectos, que se mantuvo a su lado cuando más solo se sentía. No, maldita sea.

Nadie lo amaría como él.

Con esos cálidos sentimientos que le regalaron calidez, con esos ojos que lo miraban con amor y con esos besos llenos de fervor. Tenía que ser una puta broma.

Todo su ser estaba embargado por una profunda amargura que quería desgarrar su piel para quitarse aquella sensación, no sabía como consolarse, no había quien se lo diera, la culpa lo carcomía, él lo orilló a ese terrible final y ahora sentía tanto frío en su ser que parecía un muerto en vida, un oxímoron andante.

Le dio una calada al cigarro, el humo inundando sus pulmones llenos de raíces acariciando con suavidad cada pétalo que crecía sin piedad, los capullos estaban a punto de brotar robandole su último suspiro, Oikawa sabía bien lo que se avecinaba, él se lo había buscado, volvió lo precioso del amor correspondido en la condena de alguien más y firmó su sentencia en el mundo terrenal. Ya nada importaba...

Nadie lo amaría como él.

Recordaba con avidez el aroma a hospital, su rostro pálido que le rompió el corazón y le arrebató la razón, las lágrimas salían sin control cuando sintió sus manos tan heladas como el invierno, su estación de primavera se había consumido en un eterno sufrimiento y todo por su culpa, jamás se lo perdonaría. Recordaba como se había aferrado con fuerza a su frágil e inerte cuerpo mientras se lamentaba y pedía que no lo dejara, que lo necesitaba, que si se iba como iba a poder cantarle, como iba a enseñarle lo que escribiera para él, como iba a componer alguna melodía si era obvio que sonaría a la más funesta canción de cuna, él era lo único que no podía perder y lo perdió...

Besó por última vez sus labios llevándose el último roce de esas delicadas facciones,  despidiéndose de su único amor correspondido, de quien le había dado color a sus días grises y con el único que tenía la libertad de parecer un tonto sin la preocupación  de sentirse criticado o del que dirán, todo su interior colapsaba al darle el ultimo adiós, se partía y se quebraba tan lentamente que parecían mil dagas cercenando su piel.

Kuroo lo abrazó y Tsukishima se tuvo que tragar todos los impropios que quería gritar, él tenía la culpa y todos lo sabían, no hacía falta decirlo para darse cuenta que fue su egoísmo idiota y esa depresión que él se había negado a dejar ir lo que había terminado con la vida de alguien quien su único pecado había sido amar a quien no estaba listo.

Tooru no tuvo fuerzas para presentarse al funeral, a lo lejos presenció el entierro y cuando todos se fueron se acercó para dejar en esa tumba de quien no merecía morir una prímula, aquella flor que era la primera en florecer y que significaba "amemonos en primavera" como si fuera la promesa de un futuro rencuentro imposible de suceder.

 Estaba perdido en la tristeza que ya no sabía que más hacer, todas las noches lloraba tan amargamente que al día siguiente una fuerte jaqueca no lo dejaba en paz y aún así decía que no era castigo suficiente para expiar sus culpas, merecía lo peor, merecía que abrieran su pecho y le arrancara el corazón una y otra vez sólo para equilibrar la balanza. Dejó de tocar y se hundió en el alcoholismo siempre tarareando una suave canción sin letra, decía que así mantenía vivo su recuerdo aunque sea unos minutos porque aquella melodía representaba lo refrescante de su ser y lo que significó para él. Se aisló de tal manera que nadie pudo sacarlo de su soledad, los lamentos eran silenciosos y las flores se esparcían por todo el departamento, no existía rincón donde no lo hubiera llenado con pétalos del más profundo sufrimiento.

Se negó a ver a cualquiera que se presentara. Ellos no lo amaban como él

Si pudiera regresar el tiempo juraba que lo haría, sólo necesitaba llegar unos minutos antes, sólo unos cuantos para prevenir toda esta situación, sólo eso necesitaba y la idea sólo lo destruía más. Sabía que sus caminos podía tomar un giro y direcciones diferentes ¿pero esto? Era mucho más de lo que podía soportar, no era justo, el ritmo en algún punto se había complicado y ahora estaba sin rumbo, las lagrimas salía y la garganta se le cerró cuando sintió su pecho palpitar con tanta fuerza, el esternón se le apretujó con dolor y las arcadas no se hicieron esperar y ahí, sentado en el suelo de un desordenado apartamento se escuchaba lo doloroso que era amar sin tener la oportunidad de demostrarlo, las flores macharon el piso y la sangre brotó de sus labios con fiereza, no había piedad o misericordia, ardía tanto, tanto que sólo deseaba morir ya. Hanahaki disease se estaba llevando todo de él, las raíces se envolvieron con ímpetu sobre sus pulmones y los estrujaron sin delicadeza alguna, los últimos botones estaban floreciendo y lo sabía, sabía que era este su final. Ese fluido rojo se extendía bajo sus pies ganando cada vez más terreno sobre los pétalos rosas.

¿Iba a morir? Esperaba que sí

Su cuerpo tembló sintiendo terribles escalofríos y se llevó las manos al cabello con desesperación, le costaba respirar y sentía miedo, miedo a lo que le esperaba una vez que cerrara los ojos, miedo a los terribles castigos que le esperaban después de la muerte ¿Koushi habría sentido miedo también? Esperaba que no y que se hubiera ido de manera pacifica porque era lo menos que merecía después de que una mierda como él le robara toda esperanza posible.

Las raíces crecieron con rapidez en su interior e invadieron su garganta desgarrando todo a su paso sin importar si le hacían daño a su dueño, después de todo el tiempo era su enemigo y los sentimientos su asesino, ya nada importaba si no estaba él, no había caso porque nadie lo amaba como él.

Miró el reloj dándose cuenta que eran las tres de la mañana, ya no tenía fuerzas y los parpados le pesaban, se asfixiaba, no respiraba, pero desde hace tiempo que ya había aceptado con resignación lo que la vida había preparado para él así que finalmente decidió cerrar los ojos mientras recargaba su cabeza contra la pared y se llevaba una mano al pecho sintiendo como su marcapasos natural palpitaba cada vez más lento.

—Perdóname Kou, yo... Te amo, pero medí cuenta muy tarde, ese es mi más grande error— dijo en un suave susurro con lo ultimo que le quedaba, si iba a dar su suspiro final prefería hacerlo profesando al viento lo que sentía y no dijo en su debido tiempo, con esperanza y un poco de suerte, las palabras llegarían a donde quisiera que estuviera la mitad de él —y... No habrá otra persona en este planeta que me ame como tú

Sintió unas manos sobre su rostro y abrió con lentitud los ojos para encontrarse una mirada enternecida y anhelada ¿Él...

Nadie te amara como yo y nadie me amara como tú...


Why'd you only call me when you're high?Where stories live. Discover now