Capítulo 8

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Las horas siguientes fueron las más maravillosas que Jisung había vivido jamás. Minho y el cenaron en un elegante comedor, donde compartieron mesa con otras tres parejas que asistían también a la conferencia. La mayoría de los participantes había ido con sus familias y estaba deseando ir a comer al lago al día siguiente.

Cuando las parejas empezaron a salir a la pista de baile, Minho no se hizo esperar.

—¿Bailamos? —le preguntó y sin esperar respuesta se levantó y tiró de él.

Una vez en la pista lo estrechó entre sus brazos.

—No estoy haciendo lo que es debido —Jisung confesó con un suspiro.

En realidad, después del aviso de Chan, era una tremenda estupidez. No se atrevía a perder ni un segundo más de los dos días y medio que le quedaban. Pero había un pequeño problema, y ese era que no tenía oportunidad alguna de buscarle una pareja a Minho ese fin de semana. A no ser que se enamorara a primera vista y, conociéndolo, eso parecía bastante raro.

No, la única oportunidad que tenía de completar su misión era hacer que su renuente jefe deseara de todo corazón a una pareja, que sería su futuro esposo. Eso le daba precisamente dos días y medio para trabajar con él, para convencerlo de que deseaba una pareja con toda su alma.

¿Y qué mejor manera de que le entraran ganas que una romántica velada? Al menos, eso fue lo que Jisung se dijo.

—¿Entonces, dime, Jisung —apoyó la mejilla sobre la cabeza de Jisung—, por qué está mal disfrutar de un simple baile? —le preguntó en tono indulgente.

—Porque estoy dejando a un lado mis responsabilidades.

—Esta noche debes tomártela libre. Insisto.

—Quizá como asistente tuyo me quieras dar la noche libre, pero eso no tiene nada que ver en lo que concierne a Chan.

—Tú eres mi ángel, lo cual quiere decir que tienes que hacer lo que yo diga —insistió con obstinación—. Y yo digo que debes olvidarte de todo excepto de disfrutar.

Él se echó a reír.

—No estoy seguro de que Chan piense lo mismo, pero me lo estoy pasando demasiado bien para discutir. Y como Kkami no está aquí para decir nada... —se abrazó a él y suspiró—. Hacía tanto tiempo que no bailaba. ¿Y tú?

Lo estrechó entre sus brazos.

—Hacía ya tiempo.

—¿Lo echabas de menos?

—Sí, desde luego.

Jisung notó que estaba sorprendido y sonrió. Al menos era un comienzo. Había conseguido recordarle lo que le faltaba en su vida en ese momento. Solo le quedaba convencerlo de que lo echaba de menos lo suficiente como para desearlo con toda su alma. De pronto, Jisung dejó de sonreír. La persona con la que acabara casándose sería una muy afortunada. Y aunque debería estar contento por él, no podía ignorar el dolor que ese pensamiento le producía.

Al ver su mirada cálida y su apuesto rostro, el dolor aumentó. Jisung cerró los ojos para no verlo. Pero eso no le sirvió de mucho, porque aunque no lo veía, sentía la fuerza de su cuerpo moviéndose al ritmo del suyo, el delicioso roce entre sus cuerpos. Las lágrimas le quemaban los párpados. Qué fastidio tan grande. Los ángeles no tenían por qué sentir envidia, ni deseos. Los ángeles que deseaban mantener su nivel en el cielo debían simplemente concentrarse en sus misiones.

Empeñado en hacer eso y solo eso, se puso a charlar con las distintas parejas con las que habían compartido mesa sobre su vida familiar. Incluso les preguntó cómo se habían conocido y decidido casarse. Tal vez fuera su imaginación, pero cuando la conversación derivó hacia los niños le pareció ver un brillo de nostalgia en la mirada de Minho. Claro que no duró mucho. A mitad de la conversación Minho decidió que debían retirarse.

Enamorado de un ángel [MinSung]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora