𝐄𝐥 𝐇𝐮𝐞𝐜𝐨

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El hombre no era muy joven, de hecho, le ganaba a mamá como mínimo por 10 años. Era casi un anciano

—Oye pequeña —me llamo. Me acerque a el, pensando que quería más vino.

Que equivocada estaba

—¿Si?

—¿Como te llamas? —pregunto, mirándome de arriba abajo

—Amelia

—Muy bien Amelia, acercate mas

Algo en mi me dijo que no lo hiciera. Una voz me lo prohibió, pero sabía que tenía que hacerlo.

En cuanto estuve a su lado, el levantó su mano, y acaricio mi pierna. Me aleje. Pero con su otra mano me acerco

—Nooo —lloriquee. Sabía que estaba haciendo mal.

Su mano subió por mi pierna, asta mi falda. Intento bajar mi shorts. Pero en ese momento, papá entro por la puerta.

Nunca me había alegrado tanto de verlo.

Me miró, yo estaba llorando y forcejeando. Luego miró al hombre, quien estaba pálido. Y después miró su mano.

—¿¡Que le hace a mi hija?! —se acerco hecho furia. Mi tomo del brazo, y me alejo de el hombre de un empujón. En ese momento, Abe entro corriendo. Miró todo asustado. Papá se enfoco en el unos segundos—. ¡Saca a tu hermana de aquí! —ordeno.

Abe asintió, y ambos subimos corriendo. Escuchamos los gritos del hombre. El llanto de mamá, y después los gritos de papá.

—¡Ese hombre estaba tocando a tu hija indebidamente! —le grito furioso. Esa fue una de las primeras y últimas veces que mamá lo intento engañar.

Después de los gritos. Subió a mi cuarto. Llorando. Se acerco a mi, y me abrazo. Se disculpo, y me dijo que nunca volvería a pasar. Cumplió su palabra, jamás intentaron tocarme así otra vez. Pero los goles jamás se detuvieron

Esa fue una de las noches en que quise a mi padre, al menos por media hora.

—Oye Lya —me llamo Enoch, cuando estábamos en su cuarto—. ¿Estás bien? Te noto perdida.

—Todo bien, solo pensaba —sonrei. ¿Como no se dio cuenta de mis ojos cristalizados?

Mamá lloraba. Papá había regresado a casa con labial por todo el cuerpo. Ni siquiera se molestó en ocultarlo.

Abe y yo estábamos en la cocina. Cenando. Y escuchando los gritos de mi madre hacia mi padre. Abe tapo mis oídos. Y dejé de escuchar. Para cuando los destapó. Mi padre había entrando a la cocina. Y se había sentado en su lugar, la cabecera

—Buenas noches, hijos —el nos había enseñado respeto. Siempre saludar, siempre contestar. Bajar la cabeza cuando un tema no deba importarnos. Guarde nuestras opiniones.

—Buenas noches, padre —contestamos al mismo tiempo. Mamá entro segundos después, aún llorando y gritando

—¡No puedes hacerme esto a mi! ¡Soy tu esposa!

—La cena, es un momento familiar, ¡Así que cierra tu estúpida boca y siéntate a comer ya! —baje la cabeza.

Mamá temblaba, sabía de lo que mi padre era capaz. Bajo la cabeza, asintió, y se sentó al lado derecho de mi padre. En el izquierdo estaba Abe, y yo después de el.

—Mientras yo pagué tus estúpidas joyitas tú no me vas a levantar la voz —la amenazó. Y después comió. Nosotros lo imitamos

—Padre —hable. Sabía que no le gustaba que habláramos cuando comíamos. Pero realmente necesitaba decir algo. Mamá y Abe me miraron sin creerlo

𝐃𝐢𝐟𝐟𝐞𝐫𝐞𝐧𝐭 «𝓔𝓷𝓸𝓬𝓱 𝓞'𝓒𝓸𝓷𝓷𝓸𝓻»Where stories live. Discover now