—¿Por qué eres tan grosero con ella ? — cuestionó Amelia ante lo obvio — Nunca te vi gritarles de esa manera ni a Mónica, Lourdes, Andrea o Clarisa... Mucho menos a la zorra de Clarisa.

— ¿Por qué haces esto, Amelia? — cuestioné cruzándome de brazos lanzándole una mirada desdeñosa.

— Ya te dije que es por trabajo. Ella puede hacer fácilmente lo que tus últimas diez secretaria no podrían hacer ni en diez años.

—Vaya mierda — resoplé con incredulidad.

—Leticia es una bruta — añadió — Si, es de tetas grandes, pero ¿eso de que te va a servir?

«Oh, pues...»

— Bien, si quieres que vaya con esa mocosa al evento. Eso haré.— accedí — Pero te advierto que ella no tiene el perfil para un evento de esa clase y solo te recuerdo que la imagen es lo principal en nuestra compañía.

— Yo me encargaré de que luzca al nivel.

— Lo dudo mucho, cariño.

Y, sin más, salí de su oficina azotando la puerta con suma brusquedad.

Pasé por su escritorio, pero ella no se encontraba allí. Tampoco intenté buscarla para reprenderla por abandonar su puesto de trabajo, por ahora no la necesitaba.

Dando las seis de la tarde, guardé los archivos con los que estuve trabajando y recogí los documentos que Sara había dejado en mi escritorio está mañana para la cena de está noche.

— ¿Está lista? — pregunté acercándome a su escritorio — Debemos llegar antes de las siete.

—Si, señor —respondió sin mirarme a los ojos —Ya tengo todo listo.

— Vámonos.

Todo el trayecto al lugar de destino estuvo cargado de un ambiente lo bastante pesado como para hacerse más que tedioso. Yo lo describiría incómodo. De alguna manera me sentía culpable con ella. No importaba como la tratara, siempre mantenía esa sonrisa en su rostro y jamás, pero jamás... dejaba de hablar. Ni una mísera palabra había soltado en todo el camino, únicamente veía por la ventana y nada más.

Sentía la necesidad de disculparme, pero no iba a hacer tal cosa. Yo, Leonardo Pereira, jamás me había disculpado por nada en mi vida y ella no sería la excepción.

Caminamos por el pasillo del hotel y en el paso me encontré con Esteban, mi mano derecha y de cierto modo mejor amigo.

— Hey, Leo —me saludó —Hola, Ana.

—Su nombre es Sara —lo corregí — ¿Cómo vas?

—Bien, ya tengo todo en regla — me informó entusiasmado — Traje a Valeria conmigo para que modele algunos productos de nuestra marca. Eso seguro nos ayuda a firmar varios contratos.

—No lo pudiste haber hecho mejor.

—Señor... ¿puedo ir al tocador? — me preguntó Sara y no pude pasar por desapercibido dicho comentario

¿De cuando acá me tenía que pedir permiso para lo básico?

—Adelante, la esperaré.

Mientras se alejaba yo no podía dejar de pensar en su manera tan fría de comportarse y eso era algo tan típico de una... Mujer.

Pues claro, Sara era una mujer.

— Hasta para ir al baño tiene que pedir tu aprobación — se burló Esteban.

— Cállate.

— No querrás que me calle cuando te diga a quien vi hace un momento.

— No me interesa.

— Alta, pelirroja y con un muy buen trasero. ¡Uf! —continúo — Junto con un tatuaje en...

—¿Andrea está aquí?

— Me ordenó que me callara, no puedo decir más.

Gran hijo de puta.

— Te despediré si no continuas.

—Como usted ordene, jefe.

Mientras me describía a la que posiblemente sería mi banquete de esta noche, yo me encargaba de imaginar todo lo que podría hacerle en cuanto tuviese la oportunidad.

LA CHICA DESASTRE ©° حيث تعيش القصص. اكتشف الآن