—Debo... Yo — tartamudeó y retrocedió medio paso, y eso, me sacó aún más de contexto.

— Señorita, Stone. Si usted no quiere ser echada a patadas de mi empresa, será mejor que comience a hablar de una buena vez.

— Debo pedirle una disculpa, señor — respondió de inmediato — Me confundí con esos análisis puesto que eran... Eran... Eran de mi hermano. Si, de mi hermano.

—¿Hermano? — cuestioné — Tu hermano tiene...

Carraspeé después de darme cuenta de la imprudencia de mi comentario.

—Continúa.

—Si, mi hermano está enfermo —contestó motivada — Al igual que usted, él se llama Leonardo y olvide separar el correo personal del laboral. El resultado me llegó ahí mismo y yo pensé que se trataba sobre usted...

— ¿Acaso usted padece alguna enfermedad mental? — resoplé con incredulidad — Cómo es que puede cometer un error así. ¡¿Qué pasa con usted?!

Ni siquiera pude reprenderla como hubiera querido ya que nos encontrábamos en un espacio público y como segundo, Esteban llegó justo en su rescate.

— Hey, camarada — nos miró a ambos — ¿Pero que son estos gritos? Más vale que te controles o te demandarán por maltrato.

—No me jodas, Esteban.

—Señorita María, ¿esta usted bien? — le preguntó al desastre que tenía yo por secretaria mientras le sostenía la mano.

Menudo imbécil me vine a conseguir como mejor amigo.

— Si y mi nombre es Sara. — Apartó la mano con desagrado.

— Sara, María, Ana, Fernanda — dijo — Cualquiera te queda bien.

— Gracias, supongo. — respondió poniéndose colorada como un jitomate.

Vaya niña.

Nos dirigimos a un pequeño restaurante llamado The Rose, que es donde llevaríamos a cabo una segunda reunión con nuevos inversionistas. Entramos a la sala de conferencias por parte de Beautiful Style, quien buscaba hacer negocios con nosotros. Para ello mostraron sus mejores propuestas, pero yo no estaba del todo convencido.

— Señorita Stone.

— Dígame, señor.

— Usted tiene una licenciatura en mercadotecnia y si no me equivoco también un certificado en finanzas.

— Si, eso es correcto, señor.

— Hágame un estudio sobre la propuesta del señor Daniel y sus estimados.

— Pero señor — objetó — Yo solo soy su secretaria.

— Le pagaré un extra por su trabajo. Además, ¿no cree que debería aprovechar está oportunidad en vez de quejarse?

—¡Tiene razón! — respondió enérgica — No lo voy a defraudar. Ahora usted se va a enterar del porqué yo fui la primera en mi clase de finanzas. De verdad, nadie podía estar a mi nivel y es que es un tema...

— Señorita Stone...

—  ¿Dígame?

— Guarde silencio y póngase a trabajar.

— Si, señor — respondió — Lo siento, no quise ser imprudente, pero luego se me afloja la lengua de más y no hay como parar...

— Tres...

— No, ya me pongo — me cortó de inmediato — Ya trabajo. Ya trabajo.

Bendita la hora en la que Amelia decidió contratar a semejante chiste. Me desesperaba de una forma inexplicable.

¿Qué pretendía lograr?

Si la contrató pensando que yo jamás la vería como un objeto sexual pues... Vaya que tenía razón.

LA CHICA DESASTRE ©° Donde viven las historias. Descúbrelo ahora