Capítulo III

48 7 6
                                    

Austin, Estados Unidos

Un rubio de cabello ondulado respiraba de forma irregular, el sudor comenzaba a resbalar por su frente mientras sus manos llenas de cortes trataban de aferrarse a la gran pila de papeles y carpetas que cargaba con las justas para dejarlo en los archiveros de los que estaba encargado.

—William —Una mujer vestida con un traje de color celeste de enfermera sobre el cual llevaba una bata de color blanco, el rubio apenas podía ver por encima de los papeles que cargaba. No lo necesitaba para saber que la uniceja de la mujer se encontraba tupida justo en el centro, un ceño fruncido sería si no fuera porque sus cejas ya estaban juntas.

—¿Si, señorita Martín? —De verdad estaba haciendo un gran esfuerzo por no dejar caer todos los papeles contra el suelo.

—Debió haber terminado con esos papeles desde hace cinco minutos ¿Es que acaso no aprecia la oportunidad?

—Y-Yo señorita Martín...

—No me de excusas señor William —Interrumpió ella antes de que el terminara con su disculpa, sus dedos comenzaban a sudar debido al peso que aún cargaba con todo el peso de los papeles y carpetas —Usted esta aquí sólo por una razón, por un favor y más vale que lo aprecie —

—Si señorita Martin —Asintió acallando sus pensamientos de enojo e ira como cada vez que le recordaban la razón por la que estaba ahí, era todo un favor como todo en su vida porque eso es lo que todos creían cada que lo veían en los hospitales.

—Apurese y luego de esto, las vasinicas necesitan ser limpiadas —Casi podía oír la diversión en su voz porque era divertido verlo a él siendo humillado y haciendo las peores tareas, porque creían que este no era su lugar que en algún momento el iba a desistir y a huir de ahí, sin embargo aunque sólo estuviera ahí porque uso sus "influencias" para conseguir un lugar en ese hospital no lo iba a desperdiciar.

—Si, señorita Martín —La escucho reír antes de que se alejara de él y William suspiro volviendo a caminar por el pasillo cargando los pesados papeles, llegó hasta el archivero que era en realidad el lugar donde le dijeron que trabajaría —Tranquilo Will, tranquilo, sólo hay que terminar con esto —Puso todo lo que cargaba sobre un polvoriento escritorio y miró el resto de papeles que aún faltaban por archivar, suspiro comenzando a repartir cada carpeta en su cajón correspondiente.

Cuando iba a la mitad de ellos recordó el repugnante trabajo que aún debía hacer con el cuerpo cansado de estar tantas horas encorvado llevando archivos a cada cajón de la gran habitación en la que se hallaba comenzó a caminar con lentitud por el pasillo del gran hospital. Los rumores hacían ecos contra las paredes el olor a cloro penetraba sus fosas nasales y las miradas desdeñosas no le faltaron por su camino.

Llego a la habitación que rebosaba de vacinicas sucias sobre un mesón amontonadas esperando ser lavadas y esterilizadas por él, se coloco los guantes antes de tomar una de ellas del montón repitiéndose que esto terminaría en algún momento y entonces podría ir a casa a relajarse un momento.

—Lo has escuchado

Comenzó a oír una conversación que tenían algunos al otro lado de la puerta de la habitación en la que se encontraba, el había aprendido a no oír lo que la gente tenía para comentar acerca de la vida de los demás, pero estaban tan cerca y hablaban tan alto que en el silencio lugar sus voces hacían eco lo que le hizo imposible no oír lo que decían y menos que no le doliera.

—Si ¿Se cree tanto porque su madre es una cantante de bar?

—Es más que seguro que mintiera a la directora del hospital ¿El hijo del gran Apolo Febo? Por favor

The Soul At Stake Where stories live. Discover now