El Caimán

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                  Acercándose el viernes, los chicos estaban en el patio de Harold, Stu quería alimentar a Eliot, Roci, Emily y Nilo estaban mirando cómo le tiro su alimento hasta donde estaba el animal, pero este no hacía nada.

— es extraño. -Stefan

— sí, un gordo y holgazán lagarto, no se mueve, saldrá en primera plana. —Emilia.

— no, eso no. Mira... —Stefan volvió a tirarle la comida y no hizo nada—

— no, lo siento. No me interesa—Emilia.

— no come nada. — Stefan

— tal vez no tenga hambre. —Rocío

—siempre tiene hambre. —Stefan

— sí, es el Jo de los lagartos —Nilo y todos ríen—

—pero más selectivo. —Emilia.

— sí, ahora que lo dices, ni se mueve. —Rocío

— bueno, no lo culpo, debe ser difícil mover esa boca. Miren esos dientes. —Nilo

— gastara kilómetros en hilo dental. —Emilia.

— me recuerda a alguien. Pero... ¿quién? —Rocío —Se escucha la voz de Harold gritando como siempre—

— ¡¿Cómo que no hay pelotas de tenis? ¿Qué se creen? ¿Qué soy una máquina registradora?... ¡Si quieren pelotas... que se las consigan ellos>! —Harold

— Ah, claro —Rocío

— dicen que las mascotas siempre se parecen a sus dueños. —Stefan.

— Es por eso que Eliot está deprimido, me mataría si tuviera una jaula de este tamaño... Aun que lo tengo... Sí, sí la tengo... —Emilia

— no eres un animal, Emilia. —Stefan

— Oh... ¿Entonces no? —Emilia

           Mientras tanto en la oficina de Harold, Devon le entrego su correspondencia y le leía los encabezados; mientras él comía su desayuno.

— Llego una carta del banco —Devon.

— ¿de qué color? —Harold

— Azul —Devon

— ¿es amigable o no? —Harold

—amigable, pero de una forma no tanto. —Devon

— Léemela ya —Harold

— ¿seguro, Harold? sabes lo que dijo el doctor de tu presión sanguínea —Devon.

— Devon, soy un hombre exitoso. Acostumbrado a los vaivenes del mundo comercial, no voy a molestarme simplemente porque recibimos una insignificante carta del banco, léela —Harold

— De acuerdo, "querido, Sr. Duncan" —Devon.

— por ahora va todo bien, por lo menos me dicen querido señor —Harold

— <muy a pesar nuestro le debemos pedir que no emita más cheques, repetimos no emita más cheques. Cheques no, no, no. Atentamente, etc. Tiene una posdata: no emita más cheques>—Devon.

— ¡Bien, ahora no me gusto! ¡Qué intentas hacer Devon! No ves que estoy comiendo, tonto... Va a darme una ulcera. Léeme otra... Y está vez por favor una con buenas noticias. —Harold.

— Está bien. —Devon.

            En eso Stu trataba de convencer a los demás y concienciar de que ese tipo de animales no deberían estar así encerrados en cautiverio sino libre en algún pantano o algo así.

*Invitame a Viajar*Where stories live. Discover now