36. Disculpas espiadas

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—Sí, definitivamente estás leyendo muchos libros —pronuncia con diversión en su rostro.

Espera. Un. Momento.

Eso mismo me dijo uno de los chicos... cuando mencioné algo parecido. Y ÉL no estaba presente en ese momento.

Me enderezo en la silla y lo agarro de la mano para que se vuelva a sentar en la cama. Lo miro con ojos entrecerrados.

—¿Estás jugando conmigo? —noto lo mal que suena, por lo que decido arreglarlo —Es decir, no de esa manera. Lo mismo me dijeron los chicos cuando hice una suposición de que no debían perdonarme tan rápido.

Él no puede evitar sonreír ampliamente y mirarme con travesura.

—Sabías que iba a venir —ato cabos en mi mente —. Ellos te lo dijeron.

¿Qué esperabas, ah? Son amigos. Se cuentan todo. ¿No le dices tú todo a Maddie? ¿Ves? Son códigos.

—Lo admito, lo sé —confiesa —. Es que quería que vinieras.

De pronto estaba conmovida y avergonzada.

—¿Ves que cuando llegaste recién había salido del baño? —oh, sí, lo recuerdo demasiado bien —Iba a cambiarme para ir a tu casa. Después de todo, también tenía que disculparme por como te dije. Así que Hayden Scarlette, lo siento.

Lo fulmino con la mirada. Es uno de los que notó que no me gusta el nombre. Y... lo otro me toma por sorpresa, ¿se iba a disculpar? ¿ir a mi casa sabiendo el depredador de hermano que está allá?

—Todo bien, entonces.

—Por supuesto.

¿Adivinen quién se queda sonriendo como una boba otra vez? Dios, ¿qué me pasa? Parezco una loca enamorada.

Confirmo.

Finalmente, recuerdo que dije a los chicos que les escribiría cuando terminara, es por lo que agarro mi celular y escribo un mensaje para reenviarlo a todos.

Ethan, Alex, Albert, Nathan.

Hayden: Hecho. Estoy perdonada.

Inmediatamente presiono el botón de enviar, el sonido de varias notificaciones suena a unos metros. Para ser exactos, detrás de la puerta de la habitación. Mis sospechas se instalan. No puedo creer que sean capaces.

Volteo lentamente la cara hacia Dylan, quien se ve igual o más confundido que yo. Jum, espero que no esté enterado de lo que creo que está pasando, porque se va a ganar un guantazo.

Camino sigilosamente hasta la puerta y la abro de golpe.

Nada.

Pero no es que me vaya a detener.

Con los mismos pasos silenciosos y pretendiendo ser una espía profesional, me encamino por el pasillo con el pelinegro detrás de mí, siguiéndome los pasos. Me detengo al escuchar voces provenientes de la habitación de Maddie. Abro la puerta sin tocar y... ahí están los cinco. Sentados en la cama disimulando que hablan cuando en realidad sus voces son susurradas.

Ninguno de ellos se encuentra acelerado, ni con la respiración agitada. Nada en los chicos levanta sospechas de que estuvieran detrás de la puerta, escuchando conversaciones ajenas. Pero sé por qué. Ellos están acostumbrados a correr, a hacer ejercicios, sin embargo...

... Maddie no levanta ni un brazo en el día.

Bingo. Ahí está ella, casi convulsionando con su respiración frenética.

—Hola, chicos —saludo, fingiendo casualidad.

El que responde de inmediato es Alex.

—¿Hayden, Dylan? ¿Qué hacen aquí?

Y ahí está. Sabía que uno de ellos metería la pata.

—Eso debo preguntarlo yo —actúo con incredulidad —. Dylan vive aquí y ustedes, todos sabían que yo iba a venir. Además —me acerco lentamente —, sucede que envié cuatro mensajes y mágicamente escuché sonidos de notificaciones detrás de la puerta. ¿Coincidencia? No lo creo.

Maddie levanta ambas manos, en señal de rendición.

—¡Bien! Queríamos saber lo que decían.

—Y lo que hacían —completa por ella el pelirrojo. Escucho cómo Dyl se aclara la garganta detrás de mí.

—Les daría detales —los miro uno por uno —, pero ya saben todo.

—Incluso lo de la foto —habla Nathan.

—¡Cállate! —le reprocha Ethan.

Silencio. Luego risas.

—Bien —Albert se levanta —, ya que todo está resuelto, mañana iremos a que Hayden conozca a mi novia —suena orgulloso —. Solo... no digan estupideces, ¿sí?

Alex pone una mano en su pecho, indignado.

—Pero si es mi especialidad.

—Ya me escuchaste —demanda el rubio.

Diría que nos quedamos hablando por el resto de la tarde, pero cada uno se tuvo que ir a su casa, porque solo vinieron a escuchar la conversación. Tontas excusas.

Estoy feliz, las cosas están saliendo bien por una vez en la vida.

En el resto del día, Carla, Aiden, Mari, Patrick, Sav y yo hacemos una videollamada de casi cuatro horas. Les cuento cómo van las cosas y ellos hablan de sus planes para las vacaciones.

Cuando mamá llega, preparamos la cena entre Asher, ella y yo. Mi hermano casi quema el pollo, pero al final, pudimos disfrutar de un buen manjar. Como en los viejos tiempos.


La Nueva Vida De Hayden ✔️Where stories live. Discover now