II,

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II.

 

Los ojos claros de Hinata se expandieron al sentir el cálido tacto de una mano sobre su frente.

—Hinata-sama, su temperatura está un poco alta. Déjeme escoltarla hasta su habitación.

Pegó un agudo y bajo gritico, tartamudeando, mientras las manos ágiles de él se las arreglaban para darle la vuelta rápidamente y, después, Neji mantuvo expandida una palma entre sus omoplatos, haciéndola avanzar por el pasillo. —¿Q-Qué? No… No, espera, Nii-san, y-yo estoy bien.

—No, usted está definitivamente enferma, créame —al llegar a la elegante puerta de madera, Neji se detuvo, la abrió y estiró el mismo brazo en una seña educada para que entrara. Cosa contradictoria, porque en realidad fue él quien le hizo hacerlo, impulsándola con la mano sobre su espalda—; yo soy su guardián.

Neji era increíblemente rápido, lo reconocía, pero eso no impidió que interceptara su muñeca al momento en que él buscaba tomar el pomo y cerrar con la intención de dejarla ahí sola, balbuceando como una loca. —P-pero, Neji-niisan —los dedos de ambas de sus manos se enrollaron en la muñeca masculina, con firmeza, casi en súplica, ganándose una mirada perpleja como respuesta. En ese momento, empezaba a sentir que toda la valentía se iba derritiendo rápidamente, deslizándose hasta sus pies—, realmente necesito tu ayuda.

Los ojos perlados se posaron en los suyos, analizándola, tratando de encontrar quizá un rastro de burla o quizá buscaban algún indicio de alcohol. Eso le hizo sonrojar.

—No estoy ebria —aclaró suavemente, aflojando el agarre en su muñeca—, ni tampoco enferma, sólo un poco… desesperada —desvió la mirada a cualquier lugar de la habitación, excepto su primo, extremadamente apenada—. Nii-san, por favor, e-enseñame lo… lo que les gusta a los hombres.

Esperó una respuesta, sin atreverse a confrontar su mirada, pero Neji permaneció impasible, en silencio, analizando la situación y creyéndola un poco surrealista; al fin, negando con firmeza, llevó la mano a su propia muñeca, desenredando los refinados dedos femeninos sin rudeza alguna. Brindó una suave caricia en los nudillos, como disculpándose, y la dejó ir en silencio. Ella tenía el rostro sonrojado y sus ojos estaban llorosos, pero, aunque era su deber servirle en cualquier cosa que pidiera, Neji sabía que su relación no se basaba en las órdenes -prueba de ello era el que se molestara en pedir siempre el favor- y, aunque Dios sabía que él haría lo imposible por hacerla feliz, esto…

Esto era un poco demasiado. Hasta inapropiado. Darle enseñanzas a su prima para que pudiese seducir a un hombre por ahí no era algo que sonara demasiado correcto.

—Neji-niisan…

—Es una locura, Hinata-sama —un pequeño dolor apareció en su pecho al ver que ella sorbía disimuladamente la nariz—. Yo no soy el adecuado para enseñarle este tipo de cosas.

—Sí lo eres—Hinata se llevó las manos juntas al pecho, mirándolo intensamente—, sólo puedo confiar en ti.

—Hinata-sama… —Neji suspiró, llevándose dos dedos a su entrecejo para masajearlo un segundo. Luego, la miró nuevamente, preguntando con una voz ligeramente más baja—¿Hiashi-sama está enterado de… su pedido?

Claro que no estaba enterado. Era su padre, ¿qué clase de hija dice “padre, necesito aprender a seducir  y pediré a mi primo que me ayude con esto, estás de acuerdo?” Una hija un poco loca o, según el caso, una desvergonzada. El rubor en el delicado rostro se oscureció.

—N-No… —negó—No vayas a decirle nada, por favor.

Neji frunció el ceño. —No lo haré.

Enséñame. [NejiHina]Where stories live. Discover now