XIV

5.1K 396 580
                                    


Enséñame

XIV

.

.

Hacía un tiempo ya que Neji había descubierto que la culpabilidad le atenazaba con menos fuerza de la acostumbrada, y que un asombroso destello de cinismo se abría paso por sus pensamientos cada vez con mayor frecuencia en situaciones que, antaño, le hubiesen generado una tortura mental inimaginable.

No había sido así siempre, claro está, y la primera vez que tuvo pensamientos pecaminosos y eróticos realmente fuertes por una persona específica de cabello oscuro y cuerpo de infarto, le había faltado poco para salir en medio de la noche a hacerse el seppuku en medio del patio. Esa noche sintió morir de vergüenza y de indignación consigo mismo, se sintió repulsivo y poco digno de cualquier tipo de consideración, se sintió una bacteria, un hongo, un parásito que debía ser eliminado de la faz de la tierra por infectar con sus oscuros deseos la impoluta existencia de alguien tan sagrado como la vida misma: Hinata.

Pensó seriamente en no volver jamás a dar la cara ante ningún Hyüga, pues cuando se sentía observado por los ojos blancos, irremediablemente recordaba los de ella y la opresión en el pecho le impedía instantáneamente respirar. La veía incluso en sus propias pupilas cuando se miraba en el espejo... Quiso huir, de todo, pero sobre todo de ella, e incluso alcanzó a alistar discretamente algunas cosas para alejarse por lo menos durante un tiempo, pero a la mañana siguiente cometió el garrafal error de pasar cerca del dojo de la mansión, y la vio allí, de pie. Ella lo esperaba, inquieta (pues se balanceaba ligeramente sobre sus piernas), pensativa y mordiéndose el labio, con expresión dubitativa, como quien se pregunta por qué está en algún lugar y qué lo impulsó, atenazado por la duda de quedarse o irse. Pero cuando ella lo miró, Neji simplemente lo supo: ambos debían quedarse, y sin pensarlo siguiera, sin dirigirle ni una mísera palabra ni un saludo, entró al lugar, cerró la puerta tras de sí bajando la vieja tranca de madera, y en un solo aliento, le agarró toscamente las mejillas y la besó. Dos veces. Alegando que ese era el número de besos acordados aquella tarde de domingo en la casa de Kurenai, alegando que era su deber ayudarla a practicar ese arte y alegando que simplemente lo hacía por su bien y no por algún interés particular. Así que ella había aceptado, sumisa a sus razones, complaciente e inocente en todo momento, mientras él se deleitaba con su boca.

Luego entrenaron.

Así sucedió al día siguiente también. Y al siguiente fue tan atrevido que el segundo beso lo plantó en su cuello, en la parte lateral, donde su pulso palpitaba acelerado y caliente bajo la piel de porcelana. Ella había chillado, pero no se indignó. La siguiente vez, le besó el oído, y le describió con pelos y señales sus movimientos, pretendiendo que ella lo tomara como una lección.

"Un pequeño mordisco en el lóbulo, y alivio sutilmente con la lengua, delineando el contorno de su oreja con mi lengua... ¿Le gusta?"

"S-sí..."

Un día se había puesto de pie tras ella, corriéndole el cabello espeso sobre uno de sus hombros y le había besado la nuca. Hinata casi perdió el equilibrio de la impresión y él se rio de la expresión atontada que ella le dirigió por encima del hombro, luego de haberla asegurado entre sus brazos. Allí le dio el segundo corto y delicioso beso, sobre sus labios.

Tal vez, solía pensar, si seguía besándola de esa manera podría llegar el día en que se cansara, en que se hastiara de su sabor a miel fresca y del sencillo olor lavanda de su piel. Esperaba realmente que así fuera, después de todo, los demás muchachos siempre hablaban de la increíble dificultad que representaba el besar y ver a una sola mujer por demasiado tiempo, habiendo tan amplia gama de féminas en Konoha y en el mundo.

You've reached the end of published parts.

⏰ Last updated: Jun 24, 2021 ⏰

Add this story to your Library to get notified about new parts!

Enséñame. [NejiHina]Where stories live. Discover now