—Bueno, bueno, hija no te molestes, cuando tengas mi edad me entenderás créeme—habla mi padre tratando de alentarme—


—¿Alguna vez podré entender a los adultos? —preguntó en voz baja—.


—Claro hija, estoy seguro de que algún día podrás—afirma mi padre—.


—Es que siento que el mundo de los adultos es muy complicado y confuso—dije frunciendo el ceño—.


—Cuando llegues a esa etapa seguro podrás descubrirlo tu misma hija—responde mi padre—.


—Eso espero... ¿entonces podré entenderte mejor papá? —


—Eso...no lo sé hija, no se que será de nosotros en un par de años—habla mi padre algo desanimado—.


—Lo importante es que ahora podemos empezar una nueva vida—manifiesto optimista—.


—Así es, ahora nada nos podrá detener—confirma mi padre con una mirada segura—.


Justo en ese momento a los 2 nos ruge el estomago y el ambiente se pone tenso hasta que empezamos a reírnos a carcajadas por lo que acababa de pasar.


—Creo que el hambre nos detuvo esta vez—dijo mi padre todavía riéndose—.


Yo todavía seguía riéndome de la situación, tanto que me dolió mi estómago.


—Hace mucho tiempo que no me reía así... —digo en voz baja—.


—Bueno Cristal vamos a parar en una tienda de comida rápida de camino a la casa de la abuela—.


—Vale, yo quiero acompañarte, ¿puedo bajar contigo? —pregunto algo tímida—.


—Claro hija, de hecho es esta tienda, a la que solía ir de pequeño—expresa mi padre apuntando una tienda a menos de 3 metros—.


Entonces mi padre se estaciono justo enfrente de la tienda, era muy curioso, era pequeña y tenía una gran ventana de cristal mostrando diferentes tipos de comida, la tienda estaba a la par de muchas más en una sola fila, y también cuando entramos la puerta era casi transparente, cuando abrimos la puerta de la tienda sonó una pequeña campana, en ese momento una señora con el cabello canoso ondulado corto, con unos grandes anteojos que estaban colgando de un sujetador para lentes de perlas sobre su cuello, llevaba un vestido largo muy lindo de flores y un mandil.


—¡Vaya, vaya! —exclama la señora con asombro mientras se pone sus antojos—¡Pero si es el Walter tímido del pueblo! —.


—Jajaja...Hola señora Misstey soy Walter he vuelto—saluda mi padre un poco avergonzado—.


—¡Que alegría Walter! No sabes cuanto te extrañamos todos los del pueblo—dijo la señora Misstey con nostalgia—.

Solo Tu Puedes Verme © ✔Where stories live. Discover now