—Tenemos que meterlo antes de que los vecinos se den cuenta que tengo a mi novio inconsciente en mi patio.

Alzo una ceja con una sonrisa abierta.

—¿Tus vecinos saben que tienes novio? —Incrédulo pregunto.

Pues claro que lo sabían. El choche estacionado en las noches, las risas que dábamos cuando llegamos de alguna fiesta o a veces lo arrimones en su carro. Era difícil de cubrir.

—si —asentí apenada.

Con las manos en la cintura subió la mirada a la altura de mi ventana de mi habitación. 

—bueno, es propiedad privada así que yo no puedo entrar  —debo admitir. No lo espere.

Él solo se dio la vuelta sin importándole un gramo de arroz.  Pero claro , yo no permitiría que me dejara sola.

Corrí adelante de él para detenerlo.

—Espera, no puedes necesitas ayudarme  —extendí las manos para pararlo haciendo topar con su abdomen.

Mierda.

—¿y quien lo dice?  —frunció el ceño y yo aparte las manos sobre sus cuadros. Era obvio que hacía ejercicio por lo marcado que sentía sobre su playera.

Levante mi nuca y me cruce de brazos.

—yo  —dije con orgullo.

Se empezó a reír.

¿Qué era lo gracioso Adriel?

Quise preguntar.

 Él por tan alto que sea, bajo de su cabeza a mi altura, cara a cara con una distancia considerable.

—Tú —me señaló el pecho que tenía mojado por el sudor. — No eres nadie para decirme que hacer. — relamió sus labios. Aparte la mirada a otra parte que no fueran eso labios rojos que estaban por tal vez el beso que le había propinado mi mejor amiga.

—Tu novia te dijo que la ayudaras en esta, así que "esta" significa que soy yo por lo tanto debes ayudarme. —demande.

Salto la cejas y luego rio  mostrando sus dientes perfectos.

—así que aparte de enana también chismosa vaya no pensé que fueras de esas chicas Dhara —Ironizo.

Bueno ahora me tenia un apodo, eran tan insoportable. Aunque admitía que si quería escuchar lo que estaban hablando. No quería correr el riesgo que Adriel le contara sobre esa noche y que no pensara antes de hablar.

—por dios, ustedes son tan extravagantes al hora de hablar que podía escucharlos a media cuadra del instituto  —le escupi con clara verdad.

Mientras que el seguía con esa sonrisa estúpida en los labios.

—Claro, gran pequeña mentirosa  —se contuvo la risa al cuestionar ese ridículo apodo.

—Deja de llamarme así, por que si no te partiré las bolas  — señaló con un dedo en el aire.

Mordió su labio inferior y dio un paso hacia mí haciéndome temblar. Regresó a estar a mi altura solo que esta vez muy cerca de mis oídos al punto de sentir su respiración sobre ellos.

—¿segura que quieres hacerle eso a mi bolas?

Algo latió y no fue el corazón.

Trague duro. Era doble sentido era obvio que lo era. Mierda no.

Apreté zonas bajas y con la poca fuerza que quedaban en mis piernas le di un golpe en su zona ya no muy intima para mi.

—¡carajo!

Amor Por Error ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora