—¿Ustedes rezan?—preguntó Evangeline delicadamente, colocándose una servilleta en las piernas.

—Solo si crees en esa mierda.—Solté sin pensar.

Todos estaban sorprendidos de lo que había dicho. Yo también, no voy a mentir. Me comencé a servir jugo.

—Cuida tu boca, Christine.—Susurró Anthony en mi oído.

Sonreí aparentando que no me había dicho nada. Dando inicio a la comida, a disfrutarla además de decirle a Dimitri que había cocinado excelente, pero...

¿disfrutaban la carne? Esa era mi gran duda.

—¿De dónde sacas cortes tan deliciosos Anthony?—Preguntó James, comiendo con entusiasmo.

Sonreí levemente. Masticando la comida, esperando la respuesta.

—En el mercado central de Woodstock, el señor que trabaja ahí tuvo un problema legal hace años y a cambio me regala sus mejores cortes.—Saboreó el vino, junto con cada mentira que había dicho.

Evangeline comía a gusto, le gustaba la carne que saboreaba. ¿A qué sabría su carne? Me lo imaginaba, agridulce, un poco de miel con orégano y pimienta.

¿Por qué no? Degollarla.

—¿En qué piensas Christine?—preguntó Anthony, observándome curioso.

Sonreí una vez más, devolviéndole la sonrisa—, En que de verdad me frustré haciendo un cuadro ayer, pero se me acabaron los lienzos y las pinturas.

Él lo entendió a la perfección... ¿por qué ocultarlo?

—Oh, necesitas nuevas pinturas.—Tomó de su vino.

—Ayer estaba pintando un paisaje rojo, esa pintura siempre se me acaba primero.—Le di un bocado a la carne.

Cerré los ojos para poder imaginar cómo sería deshacerme de ella. Suspiré profundamente alejándome de esos pensamientos tan excitantes en ese momento.

—¿Usted pinta señorita Christine?—se limpió la boca, mirándome— me gustaría ver una pintura suya, nunca había visto a una chica de su edad pintar antes.

—Detective, soy una chica de diecisiete años con muchas cualidades y no solo en la pintura.—Lo observé después de dejar mis cubiertos en la mesa.— Cuando terminé la cena le muestro.

Anthony se mordió el labio, mirando su copa.

...

La madera rechinaba debajo de nuestros pies, guiándolo a mi sala de pintura. Mi última pieza estaba intacta, con una ventana abierta ventilándola.

El olor a químicos impregnados en las paredes hizo retroceder un paso atrás al detective.

—¿nunca olió la trementina y el alcohol puros?—entré primero, abriendo las cortinas que se movían por el viento del verano.

—No sé cómo soporta este olor.

—Es cosa de acostumbrarse y de amor al arte, no sé cuántas noches me la pasé aquí sacando todo lo que sentía.—Sonreí como buscaba el interruptor de la Luz.

Hubiese estado genial que en vez de encontrarse una habitación llena de pinturas, pinceles y manchas de colores hubiese encontrado... sangre.

—Usted es apasionada en lo que hace.—Miró el cuadro.

Una mujer desnuda arrancándose el corazón del pecho, comiéndoselo.

Pude escuchar como el detective tragaba pesadamente.—¿muy duro para procesar?

Lo más valiosoWhere stories live. Discover now