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Jimin se había levantado muy temprano, sus amigos le habían informado que ya habían llegado a la ciudad y que ha medio día lo irían a visitar. Se levantó temprano para ordenar el desorden que estaba esparcido por el piso, habían sido días caóticos, el dolor de su pecho no le dejó mantener su hogar ordenado y limpio, tenía demasiada flojera de hacer algo.

Solamente había estado tirado en su cama, desde que se despertaba hasta que se dormía, no tenía fuerzas de hacer algo productivo; solamente se levantaba para darle de comer a su gatita, después volvía a envolverse en sábanas mientras esperaba al día siguiente. Lucia como si hubiese pasado diez años desde que dejó Nueva York, pero solo había pasado una semana, su dolor se sentía eterno. Se sentiría eterno.

La tristeza que llevaba en su espalda logró que perdiese apetito alguno, habían sido días en los que no consumió nada; era la pesadez de sus pies que le mantenían de pie y claro, el sueño que le perseguía siempre.

Jimin terminó de ordenar las cosas que él mismo había desordenado, la segunda noche estando solo en ese enorme lugar llamado hogar; había conseguido un pequeño ataque de rabia y tristeza, tirando los cojines del sofá, desordenando los libros de segunda mano, envolviéndose en una esquina a llorar; mientras sentía esa rabia de haber sido traicionado, de haber dado todo y haber sido dejado de lado, la tristeza de haber sido dejado, la tristeza y rabia de estar solo en un lugar lleno de recuerdos.

Los días eran difíciles.

Y seguirían siendo difíciles.

Se sentó en el cómodo sofá a esperar a sus amigos, pronto llegarían y debía verse bien para no preocuparlos, con un suspiro se levantó, fue arrastrando sus pies hasta su antigua habitación; la opresión en su pecho se acentuaba mientras iba llegando.

La primera noche en soledad; Jimin había llorado toda la noche abrazando la almohada de Jungkook, pidiéndole a las estrellas que borrasen aquel día en donde se rompieron, las estrellas no le hicieron caso, por lo que al día siguiente entre lágrimas y sollozos llevó su almohada hacia el cuarto de visitas, instalándose en aquellas paredes blancas, paredes sin ningún recuerdo dibujado entre su fino lienzo. Creyó que aquello le haría sentir bien, pero no fue así, las noches transcurrían con él abrazándose a sí mismo mientras derramaba lágrimas silenciosas.

De todas formas, se veía horrible, se miró al espejo y no pudo reconocerse, era otra persona. Con los ojos hundidos, las ojeras sobre sus ojos, la nariz roja y los labios algo hinchados por llorar en la mañana. Suspiro.

Ya no soy lindo, por eso me dejo. Se dijo reteniendo las lágrimas.

Tomó un corrector y con él trató de esconder las bolsas negras debajo de sus ojos, fue bastante difícil, estaban tan marcadas que solo se acentuaban con el corrector.

—Que horrible me veo.—Dijo en voz alta.

Antes de que pudiese utilizar más adjetivos para referirse a sí mismo el timbre sonó, salto en su lugar tratando de difuminar las líneas blancas y hacer un buen trabajo, algo ocultaban de las bolsas, se puso un bálsamo sobre sus labios rajados y fue en camino a abrir, forzándose a sonreír como siempre solía hacerlo.

Abrió la puerta encontrándose con sus mejores amigos, ellos le sonrieron, Jimin lo hizo también, aunque sabía muy bien que tras esas sonrisas se ocultaba una gran preocupación por su apariencia.

—¡Hola!—Sonrió abrazándolos.

—Hola, Minnie.—Respondieron al unísono.

—Pasen, pasen. No pude hacer galletas o jugo porque me quede dormido, espero puedan perdonarme.—Rió bajo.

Gold rush 🍯 kookmin au omegaverseWhere stories live. Discover now