Jeff the Killer

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"Ve a dormir"

Tirada en la calle, cansada y harta de esa caótica ciudad. Vivi simplemente controló las ganas que tenía de matar a la recepcionista. No solo la había visto de arriba abajo con total desprecio, se había negado en rotundo a comunicarla con Vox o siquiera tomar nota de su visita, ignorando absolutamente el mote de urgencia.

Necesitaba encontrar un lugar en el que refugiarse para pasar la noche, aunque si en su antigua ciudad no había diferencia entre los horarios, en ciudad Pentagrama era aún mucho peor. Debería ser cerca de las dos de la madrugada, pero había tanto bullicio y luces encendidas, que no se notaba.

Sin embargo, todos los hoteles que se había encontrado a lo largo del día, eran más como oficinas de sexoservidoras, así que no solo tenía que pagar la habitación, sino los honorarios de quien ofreciera servicios ahí, los ocupara o no.

Súbitamente molesta, al menos más de lo que estaba originalmente, miró las garras que tenía por uñas y miró de nuevo el edificio corporativo que no le había costado nada encontrar. Hizo un monín, se puso de pie y volvió a entrar.

Enseguida, la recepcionista rodó los ojos.

—Escucha, zorra —le dijo con su falso acento de chica de clase alta, que solo hacía evidente que no lo era —. Ya te dije que no está, y aunque estuviera, no recibe a nadie que parezca indigente.

Vivi la miró con determinación, aguzando la mirada para ver a la poco agraciada mujer que había sido en vida. Levantó la mano y sin más, clavó las garras en la pared, girándose para escribir su mensaje, que, por cuestiones técnicas, no podía ser demasiado largo.

Grabar mensajes indelebles era uno de los hechizos más costosos que vendía, tanto que solo un demonio lo había pagado desde que empezó a ofrecerlo, y como se cobraba por carácter, había optado por apelar al Fantasma de Canterville pidiendo una mancha muy específica en el muro de la recámara que había compartido con su esposa antes de que ella le diera un tiro.

La mujer fregó la pared hasta sangrarse las manos y desgastar el acabado, puso yeso encima y papel tapiz, pero la mancha se abrió paso por encima de eso, incluso traspasó un inmenso armario de madera hasta que emergió por el espejo que recubría sus puertas.

Con los nervios destrozados, sabía que la mujer había clausurado la habitación completa mientras reunía el dinero suficiente como para que pudiera mudarse junto con sus cuatro hijos.

No sabía si ya lo había logrado porque el cliente aún no reunía el suficiente dinero para la consulta, y eso que le había hecho descuento ya que no quería la sesión completa, sino solo saber cómo iba el asunto, ni siquiera quería ver.

Miró su trabajo en el muro del edificio con satisfacción. Solo ponía que tomaba el trabajo, y su firma.

El ruido era tan chirriante como si el muro fuese una pizarra verde, aturdiendo a los pocos demonios que estaban en la recepción.

Nadie la detuvo, ni siquiera la odiosa recepcionista.

—Quiero que le expliques esto —le dijo Vivi, dándose la vuelta para marcharse.

Decidió hacer un último intento. Debería haber cuando menos un hostal, posada o casa de huéspedes, de lo contrario, tendría que apelar a la estrategia de los indigentes y buscarse algún recoveco.

Aunque también podría meterse en alguna cabina de café Internet, aunque no era como si se sintiera más segura en un sitio que en otro. Los demonios en ciudad Pentagrama no eran tan hostiles como en su ciudad, pero no podía controlar el cómo se le erizaban los vellos del cuerpo, lo que significaba innegablemente que eran mucho más poderosos que sus antiguos vecinos. Y la inseguridad de comprobar su propio poder con el de ellos, era más atemorizante aún.

La médiumWhere stories live. Discover now