24. La del estribo

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»La verdad, no pude soportar el saber que podía ir a verte, así que vine hasta aquí a esperar lo que fuera, aunque eso significara verte feliz en brazos de otro hombre. Quería ver de nuevo esa felicidad que irradiabas cuando estabas a mi lado, sin importar que hoy ese brillo fuera para otro. Quería asegurarme que fueras feliz sin importar que no fuera yo quien estuviese a tu lado.

»Ahora veo que aún me amas, que me necesitas como yo te necesito a ti, y que al final de cuentas nada ha cambiado entre nosotros. Por el amor que nos tenemos, déjame regresar a tus brazos, que seamos una sola carne como antes, te necesito, por favor, quiero estar tus brazos y que me hagas tuyo una y otra vez, cuando quieras, donde quieras, de la manera que quieras, así sea tan solo una vez cada año, pero hazme tuyo.

Oscar se mostraba tan débil, tan sincero, parecía que si Adrián se negaba amarlo aunque fuera una vez más, sucumbiría, porque dentro de él era preferible morir que estar lejos del hombre que nunca había dejado de amar. Su cuerpo temblaba ante la duda que el hombre mostraba en sus ojos, el miedo se había apoderado de él, si Adrián lo amaba como lo dijo una y otra vez, que le impedía, entonces, volver a estar juntos. Finalmente el ingeniero habló:

—Yo también te deseo con todas mis fuerzas, desde que te presentaste en la oficina, lo único que he querido es besarte, arrancarte la ropa y saborear cada centímetro de tu cuerpo, no tienes idea la de cosas que quiero hacerte, pero igual que tú, tengo miedo.

»¿Qué reglas puedo yo poner ahora? Ninguna, y aunque existiera alguna, no cometería el mismo error que la primera vez, pues nuestro amor merece ser libre, sin ataduras absurdas. Sin embargo, yo estoy atado a mis hijos, ellos son todo para mí, y siempre estarán delante de nuestro amor. Ni siquiera sé cómo tomarían los niños lo nuestro, o si tú podrías vivir con sus exigencias. No es fácil criarlos, pero llenan mi vida, y si de alguna manera pudieras estar a mi lado, no habría un hombre más feliz sobre la tierra.

»Yo también tengo miedo que lo nuestro no resulte, y que al final ambos salgamos mucho más lastimados que antes, o peor aún, odiándonos en lugar de amarnos. Ya te hice mucho daño una vez por mis tonterías, y prefiero amarte sin que estés a mi lado, que odiarte porque te has ido.

»Sé que me amas demasiado, lo sé, estuviste allí fiel a mí como la pareja que realmente éramos, aceptaste todo lo que yo te pedía, con tal de estar conmigo. Sé que estarías conmigo y con los niños, aunque ellos no te quisieran, pero como saber que no te lastimo como lo hice antes, no quiero estar ciego de nuevo, quiero que todo sea trasparente entre nosotros y que los niños sean felices a nuestro lado. ¿Logras entenderme?

—Sí –respondió Oscar tranquilo, se acercó un poco a él y le dijo–: la decisión de estar juntos no depende de nosotros, depende de tus hijos, y tienes razón. Podemos vernos de vez en cuando, que tus hijos nos vean juntos, que pasemos un día como el de hoy para que me conozcan mejor, y yo a ellos, y cuando creas que están listos, podemos dar el siguiente paso.

—Gracias por entender.

—Solamente quiero una cosa de ti en este momento.

—No quiero hacerlo ahora, no es el momento. Uno de los niños puede haberse despertado y... –Oscar lo interrumpió.

—Caleb los está cuidando, me imagino que como otras veces. No es mucho lo que te pido, no quiero obligarte a nada, tan solo quiero llevarme el sabor de tus labios en los míos, al menos eso me puedes dar. Luego, cuando estés listo, podemos iniciar una relación que incluya a los niños a ver como resulta todo. Tan solo un beso, es todo lo que te pido.

Sin darse cuenta, Adrián no podía dejar de ver los labios de Oscar, y sin darse cuenta se acercó a él, y frotó sus labios con los de su amado. Quería dejarlo hasta allí, en un suave frote, sin embargo en sus labios estaba ese sabor que añoraba, y cuando respiraba, sentía aquel olor varonil mezclado con aquella colonia que lo excitaba. Oscar solo frotaba sus labios, estaba extasiado del olor de su amado, ese calor que por entre la bata sentía en su pecho, disfrutaba ese suave beso, y de pronto las lenguas se estaban frotando, y el sabor de aquellos labios se había intensificado. Adrián lo apretó con fuerza mientras lo besaba, quería sentir ese calor tan especial que solo Oscar tenía, esa leve vibración que los sincronizaba. Adrián se dio cuenta de que se estaban acariciando con pasión, justo en el momento que recibió un gemido en su boca, y se separó de Oscar abruptamente pensando «un beso, era todo lo que me había pedido, un beso».

—¿Qué pasa? ¿Por qué te has separado de esa manera? –preguntó Oscar con los ojos encendidos de pasión.

—Pues ya te he dado lo que has querido, un beso, solo eso, ¿no era lo que querías?

—Te mentí, te quiero todo dentro de mí.

En un solo movimiento, Oscar lo levantó en brazos y lo tiró en la cama. Allí Adrián trató de reaccionar, pero no pudo y terminó rindiéndose en los brazos del hombre que amaba.

* * *

Esa noche se amaron con locura, como si fuera la primera vez que se hubieran conocido, y ya ambos agotados boca arriba en la cama empezaron a conversar.

—Te amo Adrián, tanto que no puedo imaginar un mundo donde tú no estés a mi lado.

—Yo tampoco –dijo Adrián–: te amo Oscar, siempre te he amado, y quiero encontrar una manera para que siempre estemos juntos. No quiero volver a perderte, creo que no lo resistiría.

—Nunca vas a perderme, te lo prometo, sé que será difícil al principio, pero estoy seguro que los niños nos aceptaran como pareja, ya verás que sí. Estoy seguro que Said saltará de gusto, y Nadia también me la ganaré, sabes que soy divertido, ya verás.

Los ojos de ambos se fueron cerrando hasta que se quedaron dormidos en la habitación de huéspedes. Temprano en la mañana, como a eso de la ocho, tocaban la puerta de la habitación. Adrián seguía profundamente dormido, y Oscar se colocó el bóxer y fue a abrir la puerta. Era Caleb.

—Buenos días. No quería molestar, pero los niños ya están desayunando y yo debo irme en media hora, y necesito que alguien los cuide. Hoy tengo doble turno en Jamberger y no quiero llegar muy tarde. Me toca estar en la cocina y hay que picar muchas cosas.

Oscar asintió con la cabeza, cerró la puerta y se fue a duchar. Sin hacer ruido, se vistió y salió de la habitación para ir a la casa a cuidar a los pequeños. Adrián seguía dormido como una piedra, y el descargador quería que descansara bien antes de que hablaran seriamente de su relación.

No fue sino hasta la dos de la tarde que Adrián abrió los ojos. El silencio de la habitación le permitió descansar hasta esa hora. Vio su reloj, y se asustó; se puso el bóxer y la bata de franela, y fue corriendo a la casa para saber de sus hijos. Al entrar, encontró a los niños viendo una película animada junto a Oscar. Los tres no hacían más que burlarse de algunos personajes, y llenaban el lugar de risas. Al ver que Adrián había llegado, corrieron a abrazarlo para darle un feliz día. Él le dio un beso a cada uno, y ante la protesta de Nadia por el olor que tenía, fue a su cuarto a ducharse y ponerse ropa limpia. Se sentía liviano, como hacía mucho tiempo no se había sentido, Oscar lograba sacarle todas las angustias con tan solo hablar con él, se sentía el hombre más afortunado del mundo. Un temor se apoderó de él de repente, el temor de que los niños no los aceptaran como pareja, y que Oscar no pudiera llevarse bien con ellos, y los amara como él los amaba.

La subasta humanaWhere stories live. Discover now