17. Desesperación

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El hombre escultural de piel negra seguía desesperado, Adrián seguía convencido de rechazarlo por incompatibilidad, y nada podía evitarlo. Lo pensó bien y decidió continuar con la verdad sobre su hermano.

—Mi hermano no ha deshonrado a ninguna mujer, como le dije, la madre del chico era musulmana, y por lo tanto él también lo es, y si estos extremistas encuentran a un hombre musulmán con otro hombre musulmán desnudos en la misma cama, y sin importar la edad que tengan, para ellos es un crimen, una ofensa a su religión, y que según sus propias reglas se castiga con la muerte, lo entiende señor, mi hermano es gay, y por eso quieren matarlo, y en su lugar mataron a su madre por defenderlo, –algunas lágrimas salieron de sus ojos–. Y le puedo asegurar que estas personas están regadas por todo el Oriente. Es lo mismo que los católicos, están regados por todo el mundo, incluso en el Oriente mismo. ¿Lo entiende ahora?

Adrián tenía los ojos abiertos como platos, el alcohol se evaporó de su cuerpo al escuchar que unos extremistas matarían a un hombre por ser simplemente gay, «como si uno pudiera escoger serlo» pensó. Malik le siguió rogando que se casara, le juró que le devolvería el 70% del dinero a los cinco años, que hasta lo pondría en el contrato de matrimonio, y el otro 30% que recibía el subastador lo pagaría mientras su cuerpo le permitiera ganar dinero trabajando. El ingeniero siguió negando con la cabeza, le dijo que él no podía casarse con una persona que literalmente no cumpliría con sus obligaciones en la cama, él quería amar a un hombre en su cama, y que este hombre lo amara a él, bajo el mismo techo, y vino a la subasta por la condición que su cónyuge no cambiaría en nada su forma de vida, ni las cosas que le gustan, ni le impondría nada. Malik le insistió en cumplirle en la cama, que le diera un tiempo para que se acostumbrara, y que si quería podía seguir con su amigo especial que lo volvía loco, lo podía poner en el contrato si quería.

—¿Qué es lo que pasa por tu mente? Me entregaste tu dignidad esta noche, y fresco como una lechuga me dices que noche tras noche estarías dispuesto a perderla por el resto de tu vida, eso no lo hace nadie, y menos por un hermano. Lo que propones es absurdo, al final lo único que ocurrirá con el tiempo es una de dos cosas: Me odiaras al punto de querer matarme, o no podrás seguir viviendo sin dignidad y te matarás a ti mismo. Quién me garantiza que cuándo tu hermano, es decir mi hijo adoptivo, cumpla 18 años, me dejes fuera de la ecuación como venganza a dos años de humillación, una humillación que tú mismo te provocas, no yo, –tomo lo quedaba en el vaso–. O peor aún, esto lo pensantes desde el principio como un plan malévolo para quien sabe qué intenciones. De seguro ese chico ni es tu hermano.

Malik le juró una y otra vez que si lo haría, que firmaría las condiciones que quisiera, que necesitaba salvar a tu hermano. De nuevo, el ingeniero le recalcó que nadie soportaría algo así por nada del mundo, y mucho menos por un hermano, era un sacrificio demasiado grande para cualquiera. Con los ojos llenos de lágrimas, que caían a mares por sus mejillas, Malik gritó con voz quebrada:

—¡ES MI HIJO, CALEB ES MI HIJO! ¿Lo entiende ahora? No, que va a entender un hombre depravado que lo único que busca es un criado mudo para su casa y que se le acomode a su gusto en la cama, sin sentimientos, sin nada. Qué va a entender un hombre que estando enamorado de otro hombre, lo deja todo por buscar una depravación como esta que le ofrece la subasta.

»Qué va saber una persona como usted de tener hijos, eso es lo menos que necesita en el mundo, y sabe por qué, porque un hijo le cambia por completo su estilo de vida, de la noche a la mañana se olvida de como era su vida, y ahora todo gira alrededor de ese indefenso bebé que cae en sus manos.

»Un hombre que ya tenía lo que busca, tenía un hombre que lo amaba, al punto que por estar con usted era capaz de no vivir en pareja con tal de tenerlo a su lado en un motel, que le aceptaba sus caprichosos amoríos, ¿se imagina como debía sentirse cada vez que le contaba con detalle sus aventuras? No, claro que no lo sabe, y de pronto lo desprecia por buscar una ilusión, un mundo de plástico si amor. ¡Ni respeto siente usted por ese infeliz!

»Y luego me dice en mi cara que él es su confidente, que no puede mentirle, que es lo mejor que le ha sucedido en la vida, ¿Sabe quién era esa persona para mí? ¡Mi esposa! y me la mataron para proteger el mayor de nuestros tesoros, la mataron por proteger a nuestro hijo, y ahora yo estoy dispuesto a sacrificarme a cualquier precio, así sea vendiéndole mi dignidad cada día, cada hora y cada minuto el resto de mi vida, –las lágrimas no dejaban de salir de sus ojos–. Mi sacrificio no es nada comparado al precio que pagó mi esposa. Pero, que va a saber un hombre plástico como usted, que dijo que vivía oculto como trabajador de clase media sin disfrutar de su cuantiosa fortuna, y al final, es un hombre plástico igual a todos los adinerados que están en este barco. Aquí el único mentiroso de los dos es usted, no yo.

Ambos estaban de pie uno frente al otro, separados por la mesa del recibidor, sin saber en qué momento se habían levantado de sus sillones. Malik cayó en cuenta de que se había extralimitado al permitir que saliera por su boca todo lo que pensaba de Adrián en ese momento. Estaba claro que si el ingeniero no quería seguir con el matrimonio, ahora con su discurso menos lo haría. Por su lado Adrián lo miraba perplejo, para nada le importaron lo insultos, o si se los merecía, el hombre frente a él le había dicho una gran verdad, había perdido lo mejor de su vida por un sueño estúpido, y de la misma manera que nunca perdonó a los que le hicieron daño, de seguro Oscar tampoco lo haría. Ya no escuchaba nada, sus pensamientos estaban con Oscar y las lágrimas salieron sin permiso de sus ojos. Se mantuvo de pie llorando, ahora entendía por qué se le encogió el corazón cuando su amigo lo rechazó de aquella manera, y por qué se le encogía cada vez que lo recordaba. Por temer que Oscar lo lastimara, terminó lastimándolo de una forma demasiado cruel. ¿Por qué no aceptó ser pareja primero?

El camarote se llenó de ruidos, recorrió con los ojos la habitación y vio a Malik dándose golpes en la cara y en el abdomen, se golpeó la cara con la puerta del baño, y tomó una silla de la mesita para comer y se la rompió encima. Detrás de la puerta del camarote se escuchaba la voz de un hombre, que mientras golpeaba la puerta, preguntaba si pasaba algo. El hombre de piel negra, con la cara magullada, sangre saliendo por su cabeza y la comisura de sus labios, se acercó a Adrián que cerró las manos en puños, y de manera desprevenida, Malik le tomó los puños, tiro al hombre al suelo e hizo que golpeara una y otra vez el suelo hasta romperse los nudillos. Se escuchó como se abría la puerta del camarote, y el enorme hombre se levantó del piso gritando que el ingeniero estaba loco, que lo golpeó con la silla al negarse a hacer lo que le pedía, y luego como quedó atontado, siguió golpeándolo.

Los curiosos en el pasillo donde estaba el camarote 207 veían cómo dos hombres uniformados llevaban a rastras a un hombre lleno de sangre, y luego detrás a otro uniformado que acompañaba a un hombre con los nudillos maltratados que no paraba de decir que él no había hecho nada. Llevaron a los dos hombres a la prisión que estaba en el fondo del barco, y los metieron en celdas contiguas. Nada tenía sentido para Adrián, que ganaba aquel hombre lastimándose a sí mismo y acusándolo de haber sido él quién lo había golpeado.

Malik estaba sentado, con los brazos sobre las rodillas, mientras veía el piso avergonzado. Adrián se acercó a la reja que separaba ambas celdas y le preguntó por qué lo había hecho. El hombre de piel negra, sin levantar la cabeza, respondió entre sollozos que haría lo que fuera por salvar a su hijo, y según el contrato que había firmado, la violencia le garantizaba que Caleb se fuera con ellos, pues lo obligarían a cumplir con las condiciones que el agredido había establecido, en este caso, la adopción de Caleb y que debía cuidarlo hasta los 18 años, sin oportunidad de deportarlo. Le dijo, también, que él regresaría oculto al Sáhara Occidental a trabajar, mientras pasaban los cinco años para la evaluación del matrimonio, donde le devolverían la mayor parte de su dinero y su libertad.

La subasta humanaWhere stories live. Discover now