23. La verdad sobre el crucero

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En su cama del motel estaba acostado Oscar, tenía encendida la TV aunque miraba al vacío tratando de entender la actitud de su antiguo amigo. Esa forma como lo miraba en Jamberger, eso era amor, ese amor que tanto necesitaba en su vida, y que no entendía por qué Adrián se lo negaba. El sonido de alguien llamando a su puerta lo sacó de sus pensamientos, y con apenas el bóxer puesto, la abrió y se encontró a Caleb con otro chico. Los jóvenes iban rumbo a divertirse a un bar, y al ver el auto se detuvieron a invitarlo. Inicialmente Oscar les dijo que no y les dio las gracias, y cuando iba a cerrar la puerta, Caleb puso un pie para evitarlo y en voz baja le preguntó si quería saber lo que había sucedido en el crucero. Los celos le hicieron reaccionar y aceptó ir con los chicos al bar a tomar algunas cervezas.

El bar estaba lleno, incluso en la pista de baile no cabía una sola alma más, y se sentaron en una mesa donde pudiesen hablar con tranquilidad. Nicolás fue por las bebidas y al regresar los encontró conversando. Caleb le explicaba con detalle lo que le había sucedido en Sáhara Occidental, cómo habían matado a su madre por protegerlo, y lo que su padre había planeado para el crucero para salvarlo de los extremistas. Le explicó que a su padre no le atraían los hombres, pero se casaría con quien fuera para sacarlo a él de Sáhara Occidental. Fue en el crucero donde conoció a Adrián, y que de hecho se iba a casar con él. Caleb le dijo que no sabía exactamente qué había pasado la noche antes de la boda, pero su padre había sido salvajemente golpeado, y fue encarcelado en el barco, y junto con él los regresarían a puerto en Sáhara Occidental. Su padre casi no durmió dentro de la celda pensando a dónde irían al tocar puerto.

—Me estás diciendo que tu padre y Adrián pasaron la noche juntos –preguntó Oscar.

—Mi padre me dijo que Adrián ni siquiera lo tocó al confesarle que no le gustaban los hombres, y que él sería el primero en hacerlo. En ese momento, Adrián tomó la opción de rechazarlo, aparentemente podía hacerlo, y se deshizo el compromiso. Cómo y por qué mi padre fue golpeado de esa manera, nadie ha querido decírmelo, pero sí sé con seguridad que Adrián no lo golpeó, y mucho menos que le diera una paliza semejante, vamos, con lo grande y fuerte que es mi padre, y la de riñas en la que ha estado metido.

Había algo que a Oscar no le cuadraba en el relato del joven, aunque no podía negar los celos que habían nacido de tan solo pensar que Malik y Adrián hubieran estado juntos en la cama, y esa podía ser la causa de notar algo extraño donde quizás no lo había. Las palabras de Caleb sonaban sinceras, y Oscar estaba claro que no le mentía, pero los celos no le permitían creerle. ¿Sería por eso que no quiso seguir con él? ¿Sería que quería seguir cerca de Malik para tener alguna oportunidad con él? Negó con la cabeza en silencio y siguió escuchando el relato del joven Caleb.

—Un día antes de llegar a puerto, nos sacaron de la celda, nos mandaron a duchar, rasurar y vestirnos con traje, y de allí nos llevaron a una especie de salón con pista de baile. En una mesa estaba Evelin y le ordenaron a mi padre que se sentara con ella, y a mí me llevaron a un salón para escalar paredes. Cuando regresé estaba mi padre a punto de casarse con Evelin, y nos vinimos para acá. Ella me adoptó como su hijo, y puedo decir que mi padre se ve muy feliz al lado de ella. A mí me ha tratado muy bien, y me está pagando una buena educación, no puedo quejarme.

Nada de ese relato le decía algo que justificara el rechazo de Adrián, y solo aumentaba los celos por la cercanía del monumento de piel negra a su amado. Caleb continuó:

—Cuando Adrián se vino a trabajar a la empresa, yo lo reconocí, mi padre me lo había descrito, y le pregunté a Evelin por qué le había dado empleo. Fue allí donde me explicó que había sido Adrián el que salvó a mi padre de alejarlo de mí. Al llegar a puerto, mi padre debía embarcarse en un barco, y trabajaría en él hasta pagar la deuda con el subastador. Yo tendría que quedarme a mi suerte en Sáhara Occidental, lo cual era mi sentencia de muerte. No me explicó exactamente cómo, pero Evelin era una de las personas que quería ganar a mi padre en la subasta, y al ser rechazado antes de la boda, Adrián lo arregló todo para Evelin fuera la ganadora de aquella subasta. Como ves, le debo la vida a Adrián, y mi padre le guarda un profundo respeto y admiración, es por eso que Evelin le abrió las puertas del negocio.

La subasta humanaWhere stories live. Discover now